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La prefieren muerta que viva |
La narradora y poeta mexicana que, a diferencia de
Poniatowska, sí habría merecido el Premio Cervantes, es Rosario Castellanos,
quien no sólo dedicó gran parte de su trabajo a la defensa de los derechos de
las mujeres —co-
mo se acepta ya en la actualidad—, sino a narrar en un portentoso
e imparable lamento el racismo hacia los indios en Chiapas en particular y en
nuestro país en general. Lo irónico es
que, justo en el día de su cumpleaños, en la librería que lleva su nombre en la
ciudad de México, y durante otros días más hasta mañana, se realiza la llamada Feria del Libro Independiente, con la presencia de intelectuales que no sólo
han ignorado la obra de Rosario Castellanos y lo que con ésta quiso decir, sino
que se han burlado de los indios zapatistas de Chiapas y sus comunidades
autónomas cuando ya no les sirvieron como querían. Tal es el caso del
caricaturista El Fisgón, quien ha
fomentado el encumbramiento de su antítesis: Elena Poniatowska, la falsa
tehuana recibe premios en España con una obra menor y que da la espalda a los
indios —rebeldes o no— mintiendo descaradamente, y de Lydia Cacho, quien
también rinde culto a Poniatowska e incluso ha difundido chistes estúpidos sobre
los mayas.
Rosario Castellanos, la autora de ese
clamor que es Oficio de Tinieblas (1962, muy anterior a la era en que Vargas
Llosa se acordó del maltrato a los indios y mucho mejor escrito, aunque no ganó
el Nobel) nació además el mismo día en que se anunció el surgimiento de un
nuevo vocero zapatista: Galeano, en
memoria del maestro que fue emboscado y asesinado defendiendo una escuela. No
es la primera vez que las escuelas autónomas zapatistas son apedreadas y
destruidas; más bien parece ser ése el modus
operandi de las organizaciones paramilitares. Esto viene a
cuento porque, en la Feria que además lleva el esquizofrénico título de Lo marginal al centro, a pesar de ser el aniversario de la autora y
el cincuentenario de su muerte, y de que en Chiapas acaban de atacar a muerte
una vez más a unos indios que construyen su propia escuela, ninguno de los
participantes ha recordado ni recordará este año y en este mes la célebre
novela Balún Canán, misma que trata
sobre la construcción de una escuela indígena y de cómo los blancos se las
ingenian para burlar la ley del gobierno cardenista, a fin de lograr que los niños
indios de todas formas no aprendan a leer, pues son a sus ojos changos
subhumanos indignos de educación. No
pueden recordarlo algunos (como la funcionaria de cultura invitada) y no lo saben
otros (como los orondos presentadores del domingo 25) porque, si lo hicieran,
no acudirían al acto, o no sin mencionarlo.
Así que, como ni Mario Bellatín ni Sabina Berman (la admiradora de Gloria Trevi) ni Lydia Cacho (la admiradora de Kate del Castillo) ni Francisco Hinojosa ni (menos aún) El Fisgón Rafael Barajas o (por supuesto) Sandra Lorenzano lo
mencionarán en la librería, a pesar de que van a tener el libro ahí enfrente y
de que en este mes, una vez más, son atacados los indios cuando construyen su propia
escuela en nuestro país, y de que ése era el mensaje de la escritora que lleva
el nombre de la librería que los alberga (y muchos de ellos se llaman a sí
mismos escritores), aquí les dejo el fragmento más representativo:
“Para la construcción elegimos un lugar, en lo alto de una colina.
Bendito porque asiste al nacimiento del sol. Bendito porque lo rigen
constelaciones favorables. Bendito porque en su entraña removida hallamos la
raíz de una ceiba.
“Cavamos, herimos a nuestra madre, la tierra. Y para aplacar su boca que
gemía, derramamos la sangre de un animal sacrificado: el gallo de fuertes
espolones que goteaba por la herida del cuello.
“Habíamos dicho: será la obra de todos. He aquí nuestra obra, levantada
con el don de cada uno. Aquí las mujeres vinieron a mostrar la forma de su
amor, que es soterrado como los cimientos. Aquí los hombres trajeron la medida
de su fuerza que es como el pilar que sostiene y como el dintel de piedra y
como el muro ante el que retrocede la embestida del viento. Aquí los ancianos
se descargaron de su ciencia, invisible como el espacio consagrado por la
bóveda, verdadero como la bóveda misma.
“Ésta es nuestra casa. Aquí la memoria que perdimos vendrá a ser como la
doncella rescatada a la turbulencia de los ríos. Y se sentará entre nosotros
para adoctrinarnos. Y la escucharemos con reverencia. Y nuestros rostros
resplandecerán como cuando da en ellos el alba.”
De esta manera Felipe escribió,
para los que vendrían, la construcción de la escuela.
Balún Canán, Segunda Parte, Cap. VII.
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Las escuelas que mandan destruir los mestizos y blancos. |
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Librería Rosario Castellanos: sólo para los que no la lean. |
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Ni se acordaron. |