"Cálidas o despiertas, dormidas o ya frías, /estas voces se pegan a los labios / y dicen y se dicen altos, duros misterios, /prohibidos latidos, esbeltos calosfríos." : Efraín Huerta, Las voces prohibidas.
Esta Navidad fue
amarga para los artistas, técnicos y empleados administrativos contratados por
honorarios por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
Gracias a lo que algunos empezaron a compartir en las redes sociales y que
después se convirtió en un etiquetado multitudinario de Twitter
(#PágameConaculta), que se difundió en prestigiadas publicaciones electrónicas
como Sin Embargo, y que arribó incluso a las páginas de la prensa
impresa, se supo que los artistas por honorarios han resistido retrasos en sus
pagos de meses (en algunos casos, hasta seis meses). Tras una intensa campaña
mediática de presión al actual presidente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa (quien ocupó ese
mismo cargo durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari), muchos fueron
remunerados, literalmente, en vísperas de Navidad. Pero, como bien sabe todo
trabajador por cuenta propia, asalariado o por comisión, pagar con retrasos de
más de un mes no es entregar el sueldo completo. En ocasiones, cuando el retraso
llega a los dos meses, equivale a remunerarle menos de la mitad del valor de su
trabajo, pues a esas alturas el artista, técnico o administrativo ya no sólo
debe la renta de su casa, las cuentas domésticas y a todos los amigos y
samaritanos que le hayan prestado para comer esos meses, sino el tiempo que,
con su justo pago, habría invertido vendiéndose para adquirir su siguiente
encargo artístico (o técnico), y las cuentas del próximo mes que, aún con una
nueva asignación en puerta (cuando el artista es exitoso y es contratado
continuamente), no tiene cómo pagar. En ocasiones, cuando por fin le pagan, el
empleado contratado por honorarios está recibiendo sólo una tercera parte del
trabajo que verdaderamente hizo. En realidad, el pago que recibieron los
artistas ayer 24 de diciembre, sin duda bienvenido, está devaluado.
Si esto ocurre en
uno de los sectores que tienen más voz y voto en el país (el sector cultura),
cabe imaginar lo que sufre el resto de los trabajadores en otros gremios donde
no cuentan con un acceso tan inmediato a la prensa ni a la atención de la
opinión pública nacional. Pero precisamente porque se trata de uno de los sectores
más "ruidosos y sonoros" fue creado el Conaculta. Algunos nacieron en
aquellos años y son ahora jóvenes artistas, por lo que cabe recordarles que en un pasado no era el Conaculta, sino el Instituto Nacional de Bellas Artes
(INBA), la institución encargada del fomento y la difusión de la cultura en
México. Esta institución, en lugar de becar a escritores que no necesitan el
dinero, les daba trabajo a los artistas que lo necesitan, ya fuera como
maestros y/o comisionándolos para espectáculos, o contratando sus
publicaciones. El presupuesto de cultura se destinaba a las escuelas para
formar más artistas, y a los teatros y salas de conciertos para darles trabajo.
En eso consistía el apoyo. Pero, a partir del salinato, por encima del INBA,
Carlos Salinas de Gortari y sus asesores intelectuales orgánicos (como Héctor
Aguilar Camín) idearon un sistema de repartición de becas para los escritores y
artistas que nos oponíamos a la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) sin
el consenso de la población, a fin de silenciarnos. Estas becas no se
entregaron por mérito ni por necesidad financiera (lo que, en un país con
tantas desigualdades económicas, habría sido no sólo deseable sino imperativo).
No se realizaron estudios socioeconómicos entre los solicitantes para, además
de la calidad artística, favorecer a quienes de verdad necesitan el apoyo: a
los que no tienen casa propia, a los que pagan renta o viven muy mal. De hecho,
lo primero que se decidió en el Fonca fue otorgarles una beca vitalicia a dos
premios Nobel: el mexicano Octavio Paz y el colombiano Gabriel García Márquez
(¿ustedes creen que un Premio Nobel estaba muy urgido del dinero del erario
federal?). Fue por eso que los creadores opositores a la firma del TLC pedíamos
a los escritores que no aceptaran la beca y que siguieran funcionando como
trabajadores por honorarios: mientras menos se incorporaran, más protestarían y
más se valoraría el trabajo asalariado por una obra que ya se hizo, que ya se
entregó, como es el caso de los artistas por honorarios que esta Navidad tienen
problemas para pagar sus necesidades más elementales aunque ya terminaron su
trabajo porque el Conaculta privilegia el pago por adelantado a unos becarios
que son casi siempre los mismos y entre los que no ha surgido ningún movimiento
artístico notable. Nuestra demanda era que el dinero que pensaban destinar a
becar gente sin ningún rigor ni criterio artístico ni económico se destinara a
reparar los edificios de las escuelas, a dar más clases, más teatros, más salas
de concierto, y más trabajo a los artistas. Que se diera más difusión a su
trabajo. Que pudieran vivir del favor de su público, lo cual es parte de su
alimento. Ese sistema de becas, el
Fonca, paga por adelantado a los artistas que, en una cantidad escandalosa de
ocasiones, no tienen que entregar ningún trabajo hecho a cambio de sus
mesadas.
Aunque los opositores no fuimos escuchados
(de hecho, fuimos vilipendiados como "resentidos sociales",
"envidiosos" y "enfermos"), y aunque se nos aplastó por
todos los medios, en esta Navidad reemerge la "punta del iceberg" de la crisis de
prioridades que representa el Conaculta, y que no es precisamente económica ni
presupuestal, sino sistémica y conceptual. Algunos artistas han comentado en
sus espacios de redes sociales virtuales que "no hay dinero" porque
"el gobierno recortó el presupuesto para el sector cultura este año",
pero si ustedes suman los 30 mil pesos mensuales que se entregarán durante tres
años a los ganadores del muy corrupto Sistema Nacional de Creadores por un
trabajo que no han entregado, descubrirán que sí había dinero para pagarles a
los que ya cumplieron. Tal vez por fin, más de 25 años después, haya llegado el
momento de reconsiderar las prioridades del Conaculta como Secretaría de
Cultura, y en lugar de sobornar a los más ruidosos y sonoros con becas para que
no representen una verdadera oposición al régimen, sea el momento de canalizar
el presupuesto que hay —que no es poco— en pagarles a los maestros y artistas a
tiempo, en darles trabajo a los que sí lo hacen bien y sí lo necesitan, y en
abrir editoriales para los escritores que sí escribimos y a los que sí nos
leen.
Para solucionar esta crisis de prioridades que tanto alivio económico
representaría para los verdaderos artistas y para sus jóvenes aprendices, no
sería mala idea regalarles de Navidad a los trabajadores por honorarios del
Conaculta el libro 25 infamias culturales (Cuadernos de El Financiero,
2008), de una de las mejores periodistas de cultura de México, Carmen García
Bermejo (quien jamás recibió beca del Fonca), para que puedan leer siquiera el
primer capítulo Jueces que se becan a sí mismos y conozcan la historia
de la institución para la cual trabajan y por qué no les paga a tiempo. Sin
memoria no tenemos futuro.
la lista no se entiende, se pixelea
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