Malú Huacuja del Toro
lunes, 9 de diciembre de 2024
miércoles, 27 de noviembre de 2024
HEROÍNAS DE FICCIÓN POLÍTICA
jueves, 14 de septiembre de 2023
lunes, 29 de mayo de 2023
viernes, 9 de diciembre de 2022
jueves, 31 de marzo de 2022
sábado, 19 de marzo de 2022
De cuando los rusos hacían cola para entrar al primer McDonald's y Luis de Llano abusaba de Sasha
ERAN LOS TIEMPOS EN LOS QUE LOS RUSOS HACÍAN LARGAS COLAS PARA ENTRAR AL PRIMER MC DONALD'S EN MOSCÚ, como signo de la llegada triunfal del capitalismo.
En ese entonces, el pueblo ruso estaba enloquecido por las telenovelas de Verónica Castro...
Se enojaron mucho conmigo porque fui
la única mexicana que estuvo ahí, no para celebrar el fenómeno sino para reportear
que se debía a una cuestión racial muy básica: en Rusia, cualquier trabajadora
doméstica es rubia de ojos verdes, como Verónica Castro. Las televidentes no
entendían que, en México, las empleadas de la limpieza son mayoritariamente indígenas.
Que su piel es del color de la tierra. Que se burlan de ellas porque su idioma
natal es prehispánico. Que los patrones no se enamoran de ellas ni se quieren
casar con ellas. En todo caso, las violan, o mandan a sus hijos a que “se
estrenen” con ellas (y las violen). Tenían que pasar 30 años hasta que vieran “Roma”
en Netflix (si es que la vieron, antes de que les quiten Netflix).
Los rusos que nacieron en la misma tierra que Tchaikovski, Tolstoi, Chéjov y Turguéniev creían que yo era maravillosa por ser del país de Fernanda Villeli y Luis de Llano, donde se pudo engendrar una Secretaría de Educación como Televisa con sus telenovelas y sus productores pederastas.
Eran un pueblo engañado… como el
nuestro.
lunes, 11 de octubre de 2021
domingo, 19 de septiembre de 2021
Entrevista completa con Carmen Aristegui sobre mi novela "Al final del patriarcado"
https://aristeguinoticias.com/1009/aristegui-en-vivo/entrevistas-completas/los-invito-a-vislumbrar-el-final-del-patriarcado-el-nuevo-libro-de-huacuja-del-toro-video/?jwsource=cl
LA GENERACIÓN TURRÓN
GENERACIÓN TURRÓN, no «de cristal», es como llamo a una estremecedora y dulce mayoría de los
novelistas publicados por grandes editoriales después del salinato, pues se formaron
en la cultura de «publicadores de libros», más que de escritores de estos. A diferencia de ellos mismos, yo sí los leo. El resultado no es culpa de los publicadores, sino de sus
antecesores y antecesoras de mi generación, precisamente, contra cuyas
prácticas corruptas tanto luché, y que forjaron un sistema blindado de tráfico
de influencias, de «jueces que se premiaban a sí mismos» (Carmen García Bermejo
dixit), de derecho de pernada o de sobada de ego y de reseñas
intercambiadas por canonjías. Todo eso combinado con la nueva ola digital
globalizada de «las venidas del norte» (orgásmicas publicadoras apoyadas por
grandes consorcios gringos también, muy grandilocuentes pero igualmente
ilegibles). Sus libros presentados por los grandes consorcios editoriales españoles o
británicos o gringos son como pasteles con el decorado barroco fabuloso de su
sello editorial, pero crudos por dentro…
Sí: el problema es cuando lo partes y descubres que, al interior, la masa
no está ni batida. No te puedes comer los grumitos de clara de huevo con
mantequilla y harina. ¿Por qué? Porque ni siquiera tienen corrector de estilo.
Nadie los leyó: ni su muy prestigiado editor siquiera. Hay problemas de
continuidad de hechos y personajes, sintaxis y hasta puntuación. Nunca tuvieron un mentor, pues sus
maestros también tienen miedo de sus protectores y no les dicen la verdad. Lo que
tienen es un sistema de porristas pagados alrededor que aplauden y echan
confeti, pero que desaparecen cuando tú sí le hincas el diente a la rebanada,
adornada por fuera y cruda por dentro…
Entonces, en ese salón vacío donde me dejaron todos los que vitorearon pero no leyeron el libro, me doy cuenta de que no es culpa del autor o la autora. El chef ni siquiera sabe que existen pasteles bien horneados. Hace lo que todos los demás chefs: conseguir sala de fiestas y turrón, nada más. Si le dices la verdad, te mira como si se hubiera metido una marciana a su cocina; un ser extraterrestre que no debería estar ahí.
Afortunadamente, no todo está perdido: en otros rincones editoriales menos afamados se cocina la literatura que no sabíamos que necesitábamos leer, hasta que damos con ella.
lunes, 16 de agosto de 2021
►¿Qué tan MARXISTA es la aproximación de MARX ARRIAGA a la lectura?◄
En la revista Proceso de esta semana sale una entrevista con el agregado cultural de España al que corrieron por criticar a Marx Arriaga, el actual Director de Materiales Educativos de la SEP. Arriaga se queja de que lo están calumniando y que no lo leyeron. Yo sí lo leí, y lo que dijo es peor de lo que le pusieron en El Universal. En realidad, además de decir que la finalidad de la lectura debería ser exclusivamente «ayudarte a combatir los abusos laborales, la marginación y la violencia de género», Marx Arriaga critica las medidas sanitarias para prevenir la COVID-19. Dice que las señales para separar a las personas infectadas «es otra forma de segregación», y de ahí, directamente, menciona el asesinato de George Floyd, que no tiene nada qué ver, lo cual es una falta de respeto a George Floyd, a sus familiares, y a todos mis amigos que salieron a protestar en Nueva York y en otras ciuddades, poniendo en riesgo su salud, tratando de conservar sana distancia.
Dice que los niños pierden el gusto por la lectura cuando se hacen adolescentes. ¿En serio? Yo lo que he visto es que, en los niños lectores, precisamente se intensifica el interés por la lectura desde los 11 años en adelante. Pero él dice que «los datos» así lo demuestran.
Es pertinente señalar que, si hasta ahora todas las campañas del mundo (no sólo en México) para estimular la lectura subrayan el carácter divertido de esta actividad, es porque compiten con la televisión, los videojuegos y Netflix. Están tratando de explicarte que El ingenioso hidalgo, don Quijote de la Mancha puede ser tan entretenido y gracioso como Chespirito, o más. Pero eso a Marx Arriaga le parece horroroso. Mejor llamar a leer para combatir los abusos laborales. Seguro todos querrán hacerlo en lugar de ver Luis Miguel, la serie.
Lo más asombroso de todo es que, si de verdad leemos completo —por obligación, para no quedar mal con el funcionario de la 4T— El capital de Karl Marx, y si, en seguida, para redondear —también como un deber, sin ninguna finalidad hedonista, aunque su prosa sea una delicia— una obra fundamental de Erich Fromm, Tener y ser (misma a la que quizás Arriaga pretende plagiarse en su galimatías), nos daremos cuenta de una verdad incómoda para los defensores de las purgas intelectuales a nombre de la izquierda: la aproximación de MARX ARRIAGA a la lectura no es marxista, sino cantinflesca.
Y aún así quiere que no nos divirtamos.☺
viernes, 30 de julio de 2021
NADIA Y SIMONE: LO QUE EL PATRIARCADO NO TE CUENTA
Con todo respeto (porque yo sí hice algo de gimnasia olímpica de niña y estudié el deporte; no soy una opinadora más), te cuento algunos datos que los medios deportivos del patriarcado siempre omitirán explicarte:
►Nadia y Simone fueron formadas desde niñas por el mismo entrenador, Béla
Károlyi. Pocos recuerdan que, después de Montreal, cuando Nadia dejó de ser
púber y se convirtió en una bella joven a la que llamaban entonces “gorda”,
perdió tan estrepitosamente como Simone: se caía de los aparatos que antes
sobrevolaba y andaba tan angustiada como hoy se ve la cara de Simone. No pudo
aguantar la presión. Lo que no te explicaban en la televisión es que la joven
más famosa de Rumanía era forzada a ser la amante del hijo del dictador Nicolae
Ceausescu, si bien llamaban a su relación “romance” (aunque ahora socialmente
entendemos lo que significa el acoso sexual desde una posición de poder completamente
desproporcionada). Cuando cayó el Muro de Berlín y se empezó a divulgar esta
historia, la "puta" era ella, claro.
►Los gringos todo lo compran y las Olimpíadas son sólo un despliegue de
su poderío económico para hacerse creer en su excepcionalidad como nación. Si
pierden en cualquier deporte, compran a los entrenadores que les ganan y se
convencen de que son los mejores atletas, no los más ricos (de verdad, si
ustedes pudieran ver la televisión de Estados Unidos durante los juegos
olímpicos cada cuatro años, y sobre todo, sus comerciales, se doblarían de la
risa de ver cómo sirve para reforzarles mentalmente su superioridad sobre el
resto del mundo, que ellos suponen “natural” y no meramente financiera y
militar). De modo que, cuando Nadia calificó los primeros diez perfectos en
toda la historia de la gimnasia, los gringos compraron a Béla y lo pusieron a
formar a todas las ganadoras durante dos décadas seguidas —todas púberes
cortadas con el mismo molde—, y a “la mejor gimnasta de toda la historia”:
Simone Biles.
►En el centro de entrenamiento de Károlyi fue donde el médico del equipo
de gimnasia Larry Nassar atacó sexualmente durante 18 años a las púberes
gimnastas, incluyendo a Simone Biles.
►Como vacas ordeñadas por la fuerza, después de la traumática pandemia,
en lugar de utilizar el confinamiento para entrenarse y recibir apoyo
psicológico, los deportistas fueron forzados a competir en estos juegos
olímpicos como si no hubiera pasado nada: como si no hubieran muerto familiares
y amigos y no hubiéramos pasado todos por lo mismo.
►Simone Biles compareció en Tokio bajo la presión de toda esa historia
que el patriarcado te cuenta como “un problema de salud mental” (de ella,
claro), y aprovecha para glorificar “la necesidad de incluir la salud mental en
el concepto de atención médica”.
domingo, 11 de julio de 2021
¡Ayer fui al teatro, no en Nueva York sino en México!
lunes, 21 de junio de 2021
Sobre la novela "Al final del patriarcado" para la página ESCRITORAS MEXICANAS
Entrevista a Malú Huacuja del Toro
Por Fanny Morán
A veces, la distancia geográfica nos impide relacionarnos de forma personal, pero en tiempos pandémicos, hemos sabido acortarlas mediante los medios informáticos a los que tenemos acceso hoy en día. Esta entrevista en un ejemplo de ello. A través de estos medios, podemos seguir el trabajo de escritoras mexicanas sin perderlo de vista a causa de las fronteras territoriales.
¿Cómo surgió este libro?
Este libro está inspirado en el primer crimen del nuevo milenio perpetrado por los ejércitos de troles en las redes ciberespaciales durante una campaña electoral para favorecer el voto por un partido: fue el llamado PizzaGate, que ocasionó que un psicópata armado entrara a una pequeña pizzería en la capital del imperio con la intención de matar al dueño de la misma. El hombre había leído muchos memes en Twitter y se había creído que, en los sótanos de las pizzerías, unos prominentes políticos mantenían una red de pederastas. En la realidad, el individuo no logró dar muerte al dueño de la pizzería, pero mi novela está inspirada y, en términos de contexto, bastante apegada a ese suceso, que investigué a fondo […]
La respuesta es muy sencilla, y no es gramatical, sino cultural: porque estamos más acostumbradas a ver y ser sirvientas que a ver y ser presidentas (o vicepresidentas, ¿verdad?, por ejemplo). Y la cantidad de mujeres en la Real Academia de la Lengua Española sigue sin alcanzar siquiera el 10%, aunque somos la mitad de la humanidad. No estamos debidamente representadas en nuestra lengua, ni siquiera en cantidad, mucho menos en calidad.
Que conste que no me refiero al género de las palabras en sí, que yo no cambio porque forma parte del legado de mi idioma, al que amo (la belleza de las lenguas romances, a diferencia de las sajonas, es que las palabras en sí mismas tengan género, porque se derivan del latín). Con excepción de algunos casos y coyunturas en el activismo, como puede ser para subrayar una postura política (como es el caso de la antimonumenta por los feminicidios, en la Ciudad de México, que sirve para distinguirla del antimonumento por los desaparecidos de Ayotzinapa, por ejemplo), no veo por qué haya que homogeneizar en femenino el género de los sustantivos, y por qué la homogeneización deba considerarse “feminista”, si de lo que se trata es de respetar la diversidad sexual, no de eliminarla.
Así pues, no me refiero al género de las palabras, sino de las personas a las que éstas nombran. Hay una historia detrás de esa censura, y esa historia generalmente es de división del trabajo y explotación: “tú a la servidumbre y yo a la presidencia”, es lo que se nos dice implícitamente desde niñas, cuando se le pide a nuestro hermano que se siente y no lave los platos, que “deje que los lave tu hermana”. Es una pregunta que, hasta el siglo pasado, no se planteaba, y si se proponía, ni siquiera se escuchaba, pues quienes la hacían eran mujeres a las que los medios de comunicación y la opinión pública dominante no daban voz ni voto.
Me pregunté, por tanto, qué pasaría si un mismo libro sobre un hecho ocurrido en exactamente la misma unidad de tiempo y espacio (el mismo restaurante, el mismo día, los mismos personajes interviniendo) fuera escrito por un hombre y una mujer. ¿Sería el mismo, o sería distinto? ¿Qué es lo que contarían esas dos novelas? Al final del patriarcado cuenta esos dos libros: uno, escrito por un hombre mexicano muy famoso y poderoso, y otro, la misma historia desde lo que ese libro omitió. ¿Por qué no la contó? Porque ni siquiera la vio pasar ante sus ojos. Es la historia de Adhira. ¿Qué hace que los hombres vean sesgadamente la realidad? Estuvo en la misma pizzería donde ocurrió el tiroteo y entrevistó a las mismas personas a las que una escritora habría interrogado, pero no vio lo mismo. ¿Por qué? ¿Es debido sólo al género o la nacionalidad? Por supuesto que no. Podría ser, pero no lo es. Existe algo más; hay un condicionamiento social, y de eso es de lo que te va a hablar la historia de Adhira, o lo que no fue Adhira.
¿Qué significa para ti que haya sido publicado bajo este título cuando muchas veces el término patriarcal ni siquiera se nombra?
Me parece un acto muy valiente de parte de mi casa editorial en Barcelona, Ediciones Oblicuas, pues es un título que causa polémica —aunque no debería—, ya que, como bien señalas, hay gente que ni siquiera cree que exista el patriarcado, así como no creen en el coronavirus o el cambio climático. Pero, por otra parte, invita a atreverse a imaginar algo que nos está culturalmente vedado. ¿Cómo sería el final del patriarcado? ¿Qué podría encender la mecha de inicio? Ni siquiera se nos ocurre pensarlo. Y, así como reza el proverbio que “el diablo está en los detalles”, hay muchas costumbres que damos por hechas y que en realidad son privilegios que otorga el patriarcado. Una de esas costumbres, relacionada con el cibersexo, es la que Adhira está estudiando.El tratamiento del personaje de Adhira llamó mi atención, porque, al final, este sentimiento de culpa es lo que la lleva a buscar a Gino contra los “principios” impuestos por la empresa en la que trabaja. ¿Cómo fue para ti dialogar con este personaje, al que, además, conocemos a través de su legado y las personas que trabajaron con ella?
Adhira era una inventora muy inteligente que se planteaba preguntas incómodas. Por eso encantaba y era venerada por algunos de los programadores informáticos más capaces de Nueva York. Era el alma de los activistas antisistémicos. Como tal, no podía evadir los dilemas existenciales que enfrentaban los jóvenes empleados por los gigantescos consorcios informáticos: ¿qué tan ético es el trabajo que están haciendo, y a quiénes benefician realmente? Al ser aceptados como pasantes o con una plaza se sienten, primero, los más afortunados del mundo de trabajar para colosos como pueden ser Google o Facebook. Pero son chicos listos y, con el tiempo, los más reflexivos tienen que darse cuenta de que no pueden llevar una doble vida: trabajar para el sistema económico de día y contra él desde la oscuridad, a deshoras. Adhira es la cristalización de ese dilema.
¿Por qué elegir el género de novela para plasmar lo que bien podría ser una ficción, pero que lleva en sus entrañas un dejo o más de la realidad? y ¿a qué te enfrentaste en el terreno profesional y personal al escribir este libro?
Supongo que porque no sólo soy novelista, sino también dramaturga y guionista, siempre me ha fascinado buscar la especificidad en cada lenguaje de expresión y no hacerlo intercambiable: ¿qué tiene el teatro que no puede expresarse en cine y viceversa? Si un libreto cinematográfico puede convertirse en obra de teatro sin ninguna modificación importante, entonces debería ser teatro, no cine. Si un guion de cine podría ser televisión, entonces no es un guion de cine. Claro que he tenido la fortuna de trabajar con uno de los mejores directores de cine de México, Julián Hernández, y con quien fue una de las mejores directoras teatrales en su momento (con un final muy triste que prefiero no mencionar, pues terminó degradándose en la política y ha sido un desastre, pero eso es otra historia). Lo mismo podría decirse al revés. ¿Qué tiene una novela que no te cuenta una teleserie de Netflix? De lo poco que podemos agradecer a esta pandemia es que la gente está volviendo a leer novelas, una vez que se ha cansado de los atracones de teleseries en línea y que teme —con justa razón— acudir a las salas de cine o de teatro. Muchas confinadas y confinados están redescubriendo el placer de la lectura de un libro completo; recordando lo que es esa interlocución íntima con una historia que no se asemeja a ninguna otra experiencia y que no se reduce a leer tuits o artículos en línea.
Cuando una novela se convierte en película, no debemos temer “que la novela no se parezca al libro”: debemos esperarlo, porque son lenguajes completamente distintos. Un o una gran cineasta puede hacer una gran película de un libro mediocre, y viceversa: se puede hacer una película muy limitada basada en una gran novela, si el “traductor”, en este caso, el guionista, no entiende que son lenguajes completamente distintos y que, por tanto, requieren otro medio de expresión.
Como traductora, y como escritora bilingüe esto se extiende a la especificidad en los distintos idiomas también. Es un objeto de estudio fascinante para mí.
En la novela podemos encontrar una multiplicidad no solo de culturas cohabitando en un país, también de temas como ciencia, religión, política, así como crítica social, política, ámbito editorial, ¿qué ha significado para ti poder plasmar el contexto en el que escribiste Al final del patriarcado?
A mí me gusta llevar a mis lectoras y lectores por las mentes aventureras, no sólo porque soy una emigrada afincada en Nueva York. Esto lo hacía desde Un Dios para Cordelia, que es una novela contada por unos dioses creados por los hombres y no al revés, los cuales exploran distintos planetas, y que escribí desde mi buhardilla en la Ciudad de México. Y desde ahí también escribí la Herejía contra el ciberespacio trata de un personaje, Desertor, que escapa de las páginas de un libro y se lanza a viajar por el espacio sideral, donde conoce muchos universos al revés. Me inclino por la novela exploratoria, fantástica, de ciencia ficción política, supongo que como parte de la contracultura a la que pertenecí y di voz, pues las escritoras oficiales de México hablaban del mundo doméstico como algo inherente al “ser mujer”. Hasta la fecha, las escritoras fabricadas y promocionadas por los consorcios editoriales cultivan un costumbrismo de Disneylandia, lo que yo entonces llamaba “la apología del trapeador”, en la que se exalta la doble explotación laboral como inherentes a “lo femenino y lo mexicano”: la cocina, el cuidado infantil, la lavandería y los rituales que adornan de un ambiente bucólico esa explotación, como son las tradiciones pueblerinas, la hechicería y la brujería. Por supuesto, desde esos pedestales de las letras oficiales mexicanas no se pueden escribir distopías porque se está conforme con ese mundo, ya que lo narran escritoras muy privilegiadas y que han hecho trampas para llegar a donde han llegado: han participado en el tráfico de influencias de la política. Otro motivo del costumbrismo de Disneylandia es que también hay un interés comercial en atraer un público con más poder adquisitivo y es el de las chicanas. A ellas van dirigidas estas historias glorificando desde la cocina mexicana de aquel entonces hasta la bruja del pueblo, ahora, pasando por Coco, la película de Disney, porque en Estados Unidos hay millones de lectores potenciales en busca del rescate de su tradición indígena, de un pasado mítico y por tanto inmutable, de un regreso a un mundo donde todo fue perfecto. Por supuesto, ahí tampoco puede haber inconformidad. Es el mundo ideal del que el chicano se siente arrancado y para ese público están escritos estos libros, pero también por ese folclorismo no se puede profundizar, se tiene que barnizar de perfección y no reflejar la realidad del mundo indígena ni mucho menos de, por ejemplo, las mujeres otomíes que hoy ocupan el INPI en la Ciudad de México. Esa literatura que en los años noventa se clasificaba como light sí lo es, en efecto. Y es lo que a mí nunca me ha interesado. No, al menos, desde ese punto de vista ni con tales fines.
Manuscrito de Al final del patriarcado |
¿Cuánto tiempo tardaste en escribir la novela?
Toda mi vida. Cincuenta y nueve años (acabo de cumplir sesenta).
¿Te fue difícil encontrar una editorial que quisiera publicarla?
En México, la única editorial que me publicaba ya era la valiente Plaza y Valdés, que ya no puede editar nuevos títulos. Tengo siete novelas, pero los críticos literarios y escritores que reseñan no han reseñado ni una, aunque las leen todas, muchas veces porque en los medios donde trabajan tienen órdenes de no hablar de mí. Obviamente no me publicaría ninguna editorial mexicana bajo el control del tráfico de influencias políticas. Por eso la novela está dedicada al México que no hace trampas. Y es que el problema de los concursos amañados en México y en sus zonas de dominio no es tanto que alguien se agencie un premio y una promoción absurda que su libro no se merece. Eso en sí no afecta más que a los perdedores de los concursos, que si son verdaderos escritores y escritoras, seguramente seguirán produciendo una obra de valía. Pero el verdadero daño que hacen a largo plazo esas trampas es al rigor artístico que los escritores deberían defender para mejorar la producción literaria. Eso es lo que se aniquila cada vez que un gran consorcio editorial premia por politiquerías una muy mala novela y pide a escritores y críticos literarios que formen parte del “jurado” para darle prestigio a su concurso, pero por debajo de la mesa les pasa en un papelito el nombre del ganador por adelantado, y cada vez que los propios escritores aceptan participar en esa comparsa para que a ellos les toque otro premio en los próximos años. Y después de ese grandísimo simulacro repetido año tras año, todavía se preguntan por qué en estos tiempos no tenemos otro Juan Rulfo u otra Rosario Castellanos.
Me da risa mientras te lo cuento, pero es en realidad algo muy triste.
¿Qué esperas de este libro?
Además del reencuentro con mis adoradas lectoras y lectores mexicanos, este libro aparece publicado después de un momento en que un poderoso funcionario del Gobierno en el sector editorial hizo una declaración muy desafortunada, vulgar y machista respecto a la forma como ocupó su puesto, como un conquistador español moderno tomando las riendas del control en México. Y la declaración la hizo en la Feria del Libro de Guadalajara, que es la más grande de nuestro país. Al final del patriarcado hace el viaje al revés: va de México a España —con escala bracera en los Estados Unidos—, a encontrarse con lectoras y lectores españoles, para que conozcan otro tipo de literatura mexicana, de una escritora para la que nada ha sido fácil, que debió aguantar numerosas vejaciones, pasar zozobras y trabajar muchísimo como toda una espaldamojada de la literatura oficial mexicana para poder seguir escribiendo, y que espera que haya valido la pena con tal de que se puedan abrir otros caminos narrativos hasta ahora inexplorados.
Al final del patriarcado ya está disponible en Amazon, El Sótano y Gandhi
Huacuja del Toro, Malú. Al final del patriarcado. Barcelona, Oblicuas, 2021.
lunes, 3 de mayo de 2021
A propósito de pederastas y violadores del partido gobernante: ¿qué es "el consentimiento"?
A propósito de los violadores y pederastas del Partido Morena, la semana pasada, la embajada de Francia en EUA organizó una plática para presentar en inglés el libro El consentimiento, que yo ya leí, de Vanessa Springora, la editora que a los 14 años fue seducida y abusada por un escritor de 50 años, con el beneplácito de la mamá, y que además fue usada por el depredador sexual serial como “musa” de sus exitosas novelas en Francia. La charla fue con la icónica feminista norteamericana Gloria Steinem.
¡Cómo me gustaría traducir ese libro al español! Aunque nada se compara con la lectura, fue muy interesante y alentador ver y oír en vivo a la valiente autora. Tiene una voz más dulce de lo que me imaginé. Habló de las peligrosas distorsiones que se hacen del concepto “consentir" : explicó que no hay consentimiento sin igualdad, pues aunque una víctima de 14 años “consienta” tener una relación sexual, nunca estará en condición de igualdad respecto a un hombre mayor.
Por su
parte, Gloria Steinem señaló que la democracia comienza en la familia: si a una
mujer se le trata como una ciudadana inferior dentro de la familia por ser
mujer, no puede haber democracia en esa sociedad.
Al respecto, es relevante preguntarse qué clase de familias antidemocráticas se están formando en el Morena para que haya tanto pederasta y depravado. También cabe considerar que, aunque mayores de edad, las presuntas víctimas de Salgado Macedonio no “consintieron” la relación, pues no estaban en sus cinco sentidos ni en condiciones de igualdad respecto al supuesto “seductor”.
Lo último que sabemos de estas acusaciones es que el Morena dio por muerta a Basilia Castañeda y archivó su causa pendiente, aunque la mujer está viva. Ella denunció por violación a Salgado Macedonio ante la mal llamada “Comisión de Honestidad y Justicia” del Morena. La Comisión, “por error” la declaró muerta. La broma macabra (o amenaza velada de muerte, tratándose de Guerrero), se cuenta sola.
domingo, 11 de abril de 2021
Tratando de no pensar en Enrique González Rojo
Me da tanta tristeza y rabia que Enrique González Rojo Arthur (EGRA) se haya muerto en el olvido —en gran parte debido a que las Letras Libres de Revisión y Análisis se encargaron de enterrarlo por sus valientes críticas a Octavio Paz durante el salinato—, que trato de no pensar en eso en estos tiempos pandémicos. Desde que se murió, cada vez que me acuerdo de que ya murió, recurro a sus palabras para simular que sigue vivo. Si tuvieran algo de vergüenza, cualquiera de los inmerecidamente galardonados escritores y escritoras de México que más que leer o escribir se dedican al tráfico de premios y canonjías, habrían transferido —o al menos dedicado— alguno de sus reconocimientos espurios a él. Pero no lo van a hacer. No se dedicarían a la compraventa de influencias si fueran gente decente.
Es de esperarse esto y más en la tierra donde un violador
muy probablemente sí será gobernador. Resulta lógico que exista un Premio Elena
Poniatowska (donde ya nada más con ese nombre yo nunca me animaría a
concursar), cantidad de reconocimientos con el nombre de Octavio Paz y hasta
salas de cine con el nombre de Monsiváis (que no fue cineasta), pero no un
premio literario con el nombre de Enrique González Rojo Arthur. Ni siquiera a
sus amigos que están en el poder con Morena se les ocurrió. Porque son unos
farsantes. Porque algunos de esos sólo se acordaron de él por coraje y envidia
(ellos sí), cuando el poeta tuvo la generosidad de reseñar un libro mío, tras
muchos años de guardar silencio en torno a su obra y hacerle el vacío.
Pero a mí sí se me ocurrió. Si sobrevivo a esta
pandemia y tengo alguna manera de solventarlo,
regresaré a México (ya vacunada) a instituirlo de alguna manera
autogestionaria, aunque no disponga de jugosos recursos monetarios, como hice antes con mi
concurso literario para mujeres. Ya sé que cuento con la indiferencia de siempre por parte de muchos de ustedes, pero también con la valiosa ayuda de los menos que valen por más, para que la literatura mexicana no sea ese desierto sólo adornado con enemas y escudos chapulinescos de publirrelacionistas. Por ahora, hablando de autogestión, aquí les
dejo su Manifiesto autogestionario.
http://www.enriquegonzalezrojo.com/pdf/Manifiest.pdf
miércoles, 10 de febrero de 2021
Adiós a Jean-Claude Carrière
Les voy a explicar unas coordenadas históricas que no aparecen en los folletos turísticos de los artistas invitados al FIC de San Cristóbal de las Casas: uno de los guionistas de cine más renombrados y experimentados del mundo, Jean-Claude Carrière, le dedicó a Luis Buñuel —para quien trabajó en algunas de sus más famosas películas, como Bella de día y El discreto encanto de la burguesía— un libro que versa precisamente sobre Chiapas y, en particular, el origen del nombre de la ciudad donde ahora, cada año, los cineastas brindan con vino rojo y comen opulentamente. Se trata de un nombre compuesto: San Cristóbal no fue de las Casas nunca. La ocupación militar de la Corona Española es su nombre de pila, y la compasión, su apellido, puesto así en honor a "ese nombre tumultuoso" —dice Carrière—, el fraile dominico Bartolomé de las Casas.
sábado, 30 de enero de 2021
Adiós a los cárteles: una buena noticia para Latinoamérica en tiempos de pandemia
No sólo es que la pandemia ha perjudicado al narcotráfico tanto como a cualquier otro negocio, sino que, en las elecciones de noviembre de Estados Unidos, se aprobó la siguiente piedra angular en el único camino eficaz y pacífico para acabar con el crimen organizado y que es convertir la venta de drogas en una industria legal y regularizada, tal como nos demostró el fin de La Prohibición. Eso no acabó con los borrachos, pero evitó que los jóvenes ingresaran y dieran la vida en un ejército clandestino sólo para que alguien pudiera ponerse hasta las chanclas en un Speakeasy (bar camuflado) de Nueva York.
Del mismo modo, la
venta de drogas comercial y pacífica no disminuirá su consumo, pero sí acabará
con la principal razón de existir de los cárteles latinoamericanos como los
nuestros, y de los narcogobiernos a su servicio. ¿Se imaginan un mundo sin un
matarife como el inconcebible alcalde de Iguala, José Luis Abarca, quien
preparaba una fiesta la noche en que desaparecieron a los 43 de Ayotzinapa con
la ayuda del Ejército mexicano, y hasta del secretario de Defensa de aquel
entonces, Salvador Cienfuegos, sólo para vender unas toneladas de heroína en
Chicago?
Ese mundo es ya
posible. Como todas las buenas noticias importantes, ésta también quedó
enterrada por el berrinche y la consecuente la revuelta del Demonio Anaranjado
con sus supremacistas blancos. Pero será quizás menos fortuita de lo que
parece: el estado de Oregon legalizó el consumo y venta, con fines recreativos,
no sólo de la mariguana, sino de todas las drogas.
Es el principio del
fin: pese a todos los cabildeos impulsados por la industria armamentista, al
igual que con la marihuana, cada vez más estados aceptarán que el turismo drogo
puede ser tan redituable como las guerras por drogas, y que hay una mina de oro
en hacer la paz que los hippies de los sesentas pregonaban. Y, sobre todo, que
Oregon le está haciendo la competencia comercial a California.
Será así finalmente como se acabe con el absurdo de tener a México convertido en una fosa común y
un campo sacrificial de periodistas, sólo para que un gringo se inyecte o
inhale o ingiera su nirvana*. Lo que, además, representa otro disparate en el
desquiciado discurso oficial del país que se precia de ser la tierra de las
oportunidades, la libertad y los derechos para todos: si tan felices son los
gringos, ¿por qué necesitan drogarse tanto? Si las vidas de los famosos de
Hollywood y las estrellas de pop son el paraíso, ¿por qué sólo pueden
sobrellevarlas con estupefacientes?
América Latina es la
distopía real y necesaria para la felicidad norteamericana que, de suyo, no
existe.
-------------------------------------------------------------------------------
*Como en redes es
preciso aclarar obviedades, apunto: no tengo prejuicios morales contra las drogas. He consumido drogas y seguiría haciéndolo, si no fuera porque me di
cuenta de que era una contradicción oponerse al narco y, al mismo tiempo,
hacerle el gasto 👀.