domingo, 11 de abril de 2021

Tratando de no pensar en Enrique González Rojo

Me da tanta tristeza y rabia que Enrique González Rojo Arthur (EGRA) se haya muerto en el olvido —en gran parte debido a que las Letras Libres de Revisión y Análisis se encargaron de enterrarlo por sus valientes críticas a Octavio Paz durante el salinato—, que trato de no pensar en eso en estos tiempos pandémicos. Desde que se murió, cada vez que me acuerdo de que ya murió, recurro a sus palabras para simular que sigue vivo. Si tuvieran algo de vergüenza, cualquiera de los inmerecidamente galardonados escritores y escritoras de México que más que leer o escribir se dedican al tráfico de premios y canonjías, habrían transferido —o al menos dedicado— alguno de sus reconocimientos espurios a él. Pero no lo van a hacer. No se dedicarían a la compraventa de influencias si fueran gente decente.

Es de esperarse esto y más en la tierra donde un violador muy probablemente sí será gobernador. Resulta lógico que exista un Premio Elena Poniatowska (donde ya nada más con ese nombre yo nunca me animaría a concursar), cantidad de reconocimientos con el nombre de Octavio Paz y hasta salas de cine con el nombre de Monsiváis (que no fue cineasta), pero no un premio literario con el nombre de Enrique González Rojo Arthur. Ni siquiera a sus amigos que están en el poder con Morena se les ocurrió. Porque son unos farsantes. Porque algunos de esos sólo se acordaron de él por coraje y envidia (ellos sí), cuando el poeta tuvo la generosidad de reseñar un libro mío, tras muchos años de guardar silencio en torno a su obra y hacerle el vacío.

Pero a mí sí se me ocurrió. Si sobrevivo a esta pandemia y tengo alguna manera de solventarlo,  regresaré a México (ya vacunada) a instituirlo de alguna manera autogestionaria, aunque no disponga de jugosos recursos monetarios, como hice antes con mi concurso literario para mujeres. Ya sé que cuento con la indiferencia de siempre por parte de muchos de ustedes, pero también con la valiosa ayuda de los menos que valen por más, para que la literatura mexicana no sea ese desierto sólo adornado con enemas y escudos chapulinescos de publirrelacionistas. Por ahora, hablando de autogestión, aquí les dejo su Manifiesto autogestionario. http://www.enriquegonzalezrojo.com/pdf/Manifiest.pdf

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