«Por favor, no lo hagamos otra vez»:
del TLCAN y por qué no es a los pobres de
México a los que hay que culpar*
Soy una escritora mexicana nacida y formada
en México. En contraste con lo que el señor presidente Trump opina, no soy ni
una violadora ni una narcotraficante. Soy parte de una población mexicana dinámica
y potente en Nueva York, conformada por activistas bien informados y esforzados
trabajadores, y en México formé parte de un movimiento contra la firma del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sin el consenso de la
población.
Nos
llamaban «medievales» y que «no queríamos que hubiera comercio». ¿Cómo no
íbamos a querer que hubiera comercio? Lo que no queríamos eran pactos sin el
consenso del pueblo. El TLC debe ser renegociado tomando en consideración a los
pueblos de los tres países: a sus trabajadores, a los sindicatos y al medio
ambiente.
Aunque
estuvimos protestando y advirtiendo en contra de este acuerdo comercial durante
cinco años, se firmó el tratado. No solamente eliminó los buenos empleos en los
Estados Unidos, sino que aumentó a más del doble la migración mexicana. Eso
quiere decir que esos buenos empleos que fueron enviados a México al final de
las cuentas no resultaron tan buenos, independientemente de lo que diga Donald
Trump.
Antes
de 1994 — año en el que el TLC entró en vigor— , México
era un país que producía y exportaba maíz. No lo
compraba. El maíz había sido el alimento básico indígena en toda Mesoamérica,
desde antes de la Conquista Española.
A
partir del TLC, México se ha convertido en un país que depende del maíz y los
alimentos extranjeros. Como el maíz era la base de la economía agrícola, casi
todos los campesinos mexicanos (con excepción de las comunidades indígenas autónomas)
dependen ahora completamente del alimento extranjero. No producen el propio
porque es demasiado caro hacerlo. ¿Por qué? Porque este acuerdo fue firmado a
pesar de la oposición de la población. Y cuando esta oposición creció demasiado
como para detenerla, los gobiernos de Estados Unidos y México inventaron una
estratagema llamada «vía rápida».
Según
la experiencia mexicana, «vía rápida» significa «en secreto», «a espaldas de la
población, sin protecciones para los trabajadores de ninguno de los países
firmantes, ni del medio ambiente en ninguno de los países signatarios».
Eso
es lo que los legisladores republicanos parecen estar haciendo en este momento
al no realizar audiencias con ninguno de nosotros. Parece que están
renegociando al TLC ahora sin ninguna protección para los trabajadores ni para
el medio ambiente, con un gobierno mexicano ampliamente repudiado, ampliamente
impopular, el cual solamente representa a los oligarcas y a los capos del
narcotráfico, no al pueblo de México.
El
TLC solamente aumentó la inmigración a los Estados Unidos, activando la
economía norteamericana con mano de obra barata en condiciones de parcial
esclavitud. Si te deportan y te regresan a tu país, es imposible que tus
precios como pequeño agricultor compitan con los precios importados y de las
grandes empresas corporativas: cortesía del TLC. Por tanto, no hay futuro para
ti.
Ésas
son las cosas que los pactos secretos tratan de que ignores hasta que sufras a
causa de ellos y no tengas manera de protegerte a ti y a tu comunidad contra
ellos.
Publiqué
un libro colectivo, Salinato Versión 2.0,
sobre la maquinaria de propaganda que nos derrotó en México. Cubre la inversión
de propaganda, los sobornos a todos los periodistas e intelectuales que
apoyaron al TLC y el respaldo de Carlos Salinas, quien firmó el TLC. Invité a
algunos de los mejores periodistas, tanto en México como en Estados Unidos,
especialistas en medios de comunicación mexicanos y arte y cultura mexicanos,
para hablar de los efectos del TLC. Retrata el verdadero rostro del TLC: el
rostro humano. No es un rostro bonito, permítanme decirles.
En
una sección titulada Cómo el TLC arruinó
mi vida, Marco Vinicio González entrevistó a una mujer llamada Esperanza,
originaria de Las Palomas, Puebla. Cito a Esperanza:
«Cuando salí de mi
casa ese día mi mamá y mi abuela me dieron la bendición en el patio. Lloramos
las tres, todavía lo recuerdo y se me aprieta el estómago. Yo estaba decidida a
irme al otro lado. Mi hijo se quedó allá en mi casa, con mi mamá y mi abuela
porque mi esposo también se fue pa’l otro lado […]. Las cosas se fueron poniendo
muy feo [desde que empezó el TLC]. Todos mis hermanos y mis primos se tuvieron que ir del rancho... Yo intenté trabajar en una maquiladora de ropa
en Puebla. Pero tenía que gastar en pasajes y comida porque no estaba tan
cerca. Yo salía de mi casa a las 4 de la mañana para llegar más o menos a
tiempo al trabajo [a una de esas maquiladoras que les quitaron empleos
sindicalizados a los Estados Unidos]. Entonces
convencí a mi mamá y a mi abuela que me dejaran probar suerte. Yo les dije que
mandaría dinero para que cuidaran a Julián, mi hijo, que entonces tenía dos
añitos [sollozos]. Cuando llegué a Tijuana me dio mucho miedo, no conocía a nadie, era
una ciudad muy grande... Duré varios días buscando al pollero que me habían
recomendado, hasta que por fin lo encontré. Pasamos varios días tratando de
cruzar. Un día, por fin, al anochecer
pasamos, pero los helicópteros de la migra nos echaron la luz
y todo mundo corrió por donde pudo. A mí me agarró un migra. Me metió
en una camioneta donde llevaba a otros pollos. Luego se paró en
un camino donde encontró a otra camioneta de la migra y traspasó a todos,
menos a mí... Al principio, fue amable conmigo. Me llevó a un motel en Chula
Vista y ahí me hospedó. Me dijo que me iga a ayudar, pero una noche llegó borracho y me violó... Cuando
él se fue y cerró la puerta con llave desde afuera. Yo tenía mucha vergüenza, me
sentía sucia, me quise matar, pero no sabía por qué…»
Mientras esta mujer sufría, México fue
capaz de producir al hombre más rico del mundo según la revista
Forbes. Durante varios años
consecutivos, un oligarca, el magnate mexicano Carlos Slim, fue el hombre más
rico del mundo.
Ahora
bien: ¿cómo es posible eso? Cuando ustedes ven la historia de esta mujer, lo
último que se pueden imaginar es que provenga del mismo país que Carlos Slim,
incluso cera de la ciudad donde el hombre más rico del mundo amasó su fortuna
en cuanto el TLCAN entró en vigor, en 1994. La verdad es que Carlos Slim no
hizo su fortuna de nada que haya él producido, sino destruyendo sindicatos y
privatizando los servicios públicos. Ésa es la cara del TLC sin el consenso del
pueblo. Es la cara de la injusticia. Por favor, no la hagamos otra vez.
Los
insultos de Trump contra los mexicanos le ayudaron a convertirse en presidente
de los Estados Unidos, porque el odio siempre es más fácil que la comprensión.
Logró sembrar con éxito la semilla de la intolerancia porque siempre se
requiere menos pensamiento y menos esfuerzo sencillamente culpar a otras
comunidades, a los inmigrantes, a otras religiones, a otros colores, a la
otredad en general.
La
principal razón por la que hay inmigración no es la falta de control en las
fronteras ni la falta de muros, sino estos malos acuerdos comerciales como el
TLC, negociados en secreto, con gobiernos que no son democráticos. Por favor,
no lo hagamos otra vez. ♦
*Testimonio pronunciado el 24 de julio
de 2017 por Malú Huacuja del Toro en una audiencia sobre el TLCAN en Brooklyn,
Nueva York, organizada por la diputada Nydia Velázquez. La versión original en
inglés se puede leer aquí.