Esta entrevista realizada por Víctor Roura apareció originalmente en Notimex el 5 de mayo de 2020
Diálogos
del miedo
Víctor
Roura
[Con la
novelista, dramaturga y guionista de cine Malú Huacuja del Toro (Ciudad de
México, 1961) conversamos sobre la enfermedad mundial, ella desde Nueva York,
exiliada allá voluntariamente desde hace dos décadas, yo en mi encierro
capitalino. Malú tiene libtros de novela policiaca, de ciencia ficción, sobre
asuntos fílmicos, de crónica, de cuentos… Con la escritora era ineludible el
tema de las mafias culturales, porque precisamente fueron éstas las que la
orillaron a vivir fuera del país]
Malú Huacuja del Toro: desde Nueva York, en el centro de la tormenta viral
“Toda decisión tiene un
precio…”
―Muchas calamidades te orillaron a radicar en Nueva York, Malú. Más
allá del amor, influyeron las mezquindades literarias que te sumieron en hondas
reflexiones. ¿Las infamias culturales se alojan en cualquier parte, sin
importar creencias, ideologías o partidismo político? En estos momentos, por
ejemplo, vives en el mero centro del huracán sanitario…
―Efectivamente, nosotros no nos quedamos en Nueva York
porque fuera bonito: claro que es una ciudad bella, pero para pasear, no para
vivir. Si no eres millonario (o arrimado a un millonario), la cotidianeidad
dentro de la tarjeta postal que se ve desde fuera es sumamente hostil y
deshumanizada. Por eso durante tantos años mandaba a México para el espacio que
tú dirigías, generosamente invitada por ti, una columna que se llamaba
“Antipostales de Nueva York”. La verdad es que fue una decisión política
y estratégica, más que romántica: nos quedamos aquí porque desde este punto
geopolítico yo tenía más movilidad para seguir denunciando lo que siempre he
denunciado, escribiendo lo que otras escritoras poderosas de mi generación
ocultaban en México y abriendo los espacios que otros y otras cierran en el
quehacer artístico y cultural en nuestro país. Ahora mismo, 20 años después,
esto sigue siendo verdad: apenas ayer [miércoles 15
de abril] anuncié
los resultados de una selección de muestra de cine feminista (FemiNYsta–Filming
Eve Multicultural & Intersectional / NY Screenings To All), que organicé en
estos tiempos de construcción de muros y patrullas fronterizas antiinmigrantes,
tendiendo verdaderos puentes entre mujeres cineastas y artistas de México y
Estados Unidos, derrumbando las barreras de la xenofobia y el racismo, sin
ayuda de ninguna institución ni fondos de nadie, en un lugar que me prestaron
porque ya conocen mi trabajo de crítica política y feminista. Contamos con la
participación de mujeres cineastas de Turquía, Sri Lanka, Italia, Francia,
Croacia, Colombia, Canadá, Reino Unido y Suecia, entre otros países. Y poco
antes de que estallara la pandemia se estrenó en México la película feminista Rencor
tatuado de Julián Hernández con guion mío, que es una historia que comencé
a escribir hace 20 años inspirada en los policías violadores en la Ciudad de
México, y que en 2020 cobró una lamentable vigencia. Es algo que no habría
podido lograr si no me hubiera mantenido viva y con movilidad.
“Toda decisión
tiene un precio y yo lo pagué, pero hasta el momento ha demostrado que sirvió a
un propósito. Es muy emocionante poder brindar un pedacito de esperanza y la
alegría de la comprensión no sólo a mis compatriotas, sino a tantas mujeres
feministas de todo el mundo en un momento tan desastroso. Sobre todo en tiempos
así, en medio de tanta muerte. Es una forma de abrazarnos a la distancia en un
momento en que salir a la intemperie es, literalmente, cuestión de vida o
muerte, sobre todo aquí en Nueva York, ya el epicentro de la pandemia. Es
sumamente difícil, insoportable, a veces, lo que estamos pasando, y
precisamente por lo mismo la cosecha artística cobra otro sentido para quienes
nunca dejamos de trabajar y siempre supimos que llegaría el invierno.
“Por lo demás,
es curioso que tanto haya yo escrito narrativa de ciencia ficción política y
termine viviendo en una distopía similar a la de mis historias. Quizás por eso
no me sorprende. Es como si estuviera viviendo dentro de alguna de mis novelas,
Un Dios para Cordelia o Crueldad en subasta. Ya nada más falta
que me plagien mi propia experiencia”.
Adentro de una película
de ciencia ficción
―En estos momentos Estados Unidos, en efecto, es uno de los países más
agravados por la epidemia mundial, el centro de una narrativa de ciencia
ficción, como en tus novelas. ¿Cómo vive esta atroz circunstancia una novelista
mexicana radicada en Nueva York como tú?, ¿la enfermedad hace mirar más allá de
las fronteras?, ¿la escritura se detiene, Malú?
―Digo que estamos viviendo dentro de cualesquiera de las
muchas películas de ciencia ficción que se han hecho sobre pestes, bombas
nucleares y cambios climáticos en Nueva York porque la ciudad está desierta y
salir a la calle es, literalmente, un asunto de vida o muerte, igual que si el
aire fuera radioactivo, como en la ficción. Aunque Paty Navidad no lo crea (yo
tampoco me creo que ella se llame así), es verdad que los hospitales y las
fosas comunes están rebasados, que lo único que se escucha día y noche son
sirenas de ambulancias y que los camiones refrigeradores de cadáveres ya no son
suficientes. Ya todos tenemos un amigo o conocido cercano que ya perdió a
alguien muy querido o que ya está llorando la muerte de un familiar.
“Además, no es
sólo a la muerte a lo que se le teme, pues es una enfermedad muy dolorosa. Un
amigo cineasta documentalista, escéptico, ateo, muy cercano y entrañable, al
que le traduje una película al español, tiene Coronavirus y, como buen
realizador, estuvo transmitiendo su agonía en el hospital. Didáctico él, nos
mostró cómo se quedó abandonado en la sala de emergencias toda una noche, casi
muriéndose, porque verdaderamente los hospitales no se dan abasto, y el proceso
del virus que consume tus pulmones, aunque lo sobrevivas, es un verdadero
martirio. Nadie quiere pasar por eso: aunque no se muera uno.
“De modo que
salir a la calle, aunque sea sólo para conseguir algo de comer, se hace con la
conciencia de que cualquier error de protección te puede costar la vida. Y digo
que además parece novela mía porque no es una película hollywoodense en la que
una familia blanca y rica pierde al perrito: la realidad impone su propio
comentario político y social sobre la profunda desigualdad de la riqueza, pues
los multimillonarios y los oligarcas se fueron a sus casas de campo mientras
aquí se queda atrapada la gran mayoría de la población que trabaja para ellos;
esto es, mexicanos e inmigrantes en general de todo el mundo. Y como viven
hacinados en departamentos pequeñitos para ahorrar la renta y mandar dinero a
sus familias, están infectándose por montones. Y como son indocumentados, no
tienen seguro médico ni acceso a las pruebas. Y aunque lo tuvieran, ¿qué caso
tiene atenderse si no hay cura y los hospitales están rebasados?
“Hace dos años
el presidente Trump, que ganó la presidencia con un discurso de odio hacia los
inmigrantes, desmanteló el Directorio de Seguridad Nacional especializado en
pandemias para dar exenciones de impuestos a los millonarios”.
La disolución de
la oficina especializada en pandemias
―Sí, pareciera que esta enfermedad mundial va a favor de sus
propuestas racistas. Obama acaba de declarar que esta calamidad ya se veía
venir por la gente desinteresada en la problemática del calentamiento global. Y
ya sabemos quién no cree en estos asuntos terrenales. El cuadro que puntas,
Malú, es aterrador: contrariando a Darwin, la eliminación de las especies es
debido a la tasa del poder económico que mantengas en la sociedad. Por eso
Estados Unidos ahora huele a muerte por descuidos visiblemente políticos…
―De hecho, Trump disolvió la oficina especializada en
pandemias porque la creó Obama. La ironía es que el actual presidente
norteamericano debe su triunfo y su popularidad a su discurso de odio contra
quienes en la pandemia son considerados “trabajadores esenciales”: los
mexicanos, los hondureños, los guatemaltecos, los chinos, precisamente. Es
increíble…
―Nueva York, Malú, es prácticamente ahora la segunda
ciudad que te cobija en el mundo. Pese a las evidencias de la discriminación y
el racismo acuñados en Estados Unidos, la cultura se mueve acaso de manera más
democrática que en otras naciones (la muestra de cine feminista que acabas de
organizar hubiera sido más difícil de llevar a cabo de hberla realizado en la
Ciudad de México, me parece), ¿pero cuando se desata esta furia pandémica qué
acontece en la atmósfera artística?
―Sí. La otra Nueva York, la rebelde, es la
que me cobijó pues a pesar de todas las dificultades económicas, aquí es donde
se cocina la contracultura, de la cual siempre he formado parte. El resto del
país, pues en gran parte es el que votó por el Demonio Anaranjado, como yo le
llamo al emperador. Pero aquí, en realidad, no hay más censura que la
económica, ya que es una de las ciudades más caras del mundo. Los locales y los
materiales para los proyectos tienen precios prohibitivos. Yo tuve acceso a
este espacio a un costo accesible porque ya me conocen; ya me presenté ahí con
un monólogo que se llamaba Quijota en tiempos de Trump¸ que escribí
cuando Trump fue elegido (y que forma parte de un espectáculo teatral más
amplio sobre la versión femenina del Quijote que tengo planeado para el próximo
año con unas actrices maravillosas, si es que sobrevivimos a todo esto… en
fin). Es un teatro bar con sala de proyección, donde se presentan excelentes
músicos de jazz y muchos eventos de teatro independiente. Me recuerda las
grandes épocas del Bar El Hábito, donde trabajé los cinco primeros años de la
década de los noventa, que no es por nada pero fue la mejor etapa. Aquí todos
los fines de semana actuaron (hasta antes de la pandemia) algunas de las y los
mejores comediantes de cabaret político feminista contracultural.
“En estos
momentos me interesa mucho deslindar el feminismo del discurso al que el
patriarcado en México lo ha querido reducir, desvirtuar, satanizar y hasta
caricaturizar, en su lucha de poderes, y con este esfuerzo las mujeres de
México y de Estados Unidos derrumbamos los muros y tendemos puentes sin pedir
permiso. Además, si me da Coronavirus a mí aquí mañana, ya tengo todo arreglado
para que mujeres más jóvenes continúen este esfuerzo.
“No puedo
pedir más en un sistema que me quería muerta hace dos décadas. Las mafias culturales
mexicanas efectivamente convirtieron en pandemia desde hace mucho. Y que no
digan que son de ahora o de antes, porque siempre han sido transexenales,
apoyen al candidato que sea”.
De las mafias
culturales
―Estas viejas mafias, Malú, estpan viendo diluir ahora sus privilegios
con el traspaso del Fonca a la Secretaría de Cultura federal para dejar de ser
un fideicomiso particular, y ya hay demasiados gritos por ello, un sistema que
jamás te apoyó, por ejemplo…
―¿Será posible que se les retire la beca vitalicia a
quienes discrecionalmente recibieron esos subsidios transexenales? Yo lo dudo
muchísimo porque, como te dije, las mafias culturales son transexenales y
multipartidistas. Alguna vez un contertulio me dijo algo muy ilustrativo: “Veo
en tus denuncias demasiados nombres de gente a la que yo ni conozco y
consideraba buena de oídas”. “Eso sólo quiere decir que tengo demasiados años
vividos”, le contesté…
“Porque, en
efecto, a las generaciones de hoy les costaría trabajo entender que nuestra
queja nunca fue que no se apoyara el trabajo artístico ni se otorgaran
subsidios a los artistas, empezando por los más necesitados. Lo que no
queríamos eran becas vitalicias a dos premios Nobel de Literatura que ya eran
ricos, por ejemplo, como se hizo en tiempos de Salinas de Gortari, y para ello
lo que se exigía era que la selección no estuviera regulada por algo más que el
dedazo y el amiguismo: por una Secretaría de Cultura, por ejemplo.
“¿Pero
cuánto tiempo nos tardamos en lograr que el Conaculta se convirtiera en
Secretaría de Cultura? Y digo nos tardamos porque yo me
incluyo en esa lucha y es una de las razones por las que me autoexilié.
Incluso, en el sexenio pasado edité un libro al respecto (por eso me da mucha
risa que los troles me pregunten precisamente a mí: ‘¿Y tú qué hiciste el
sexenio pasado y antepasado?’, cuando no he dejado de trabajar para el otro
México, pero eso es otra historia). Gracias a eso se empezaron a incorporar
proyectos que antes no existían y trabajos de servicio social hechos por los
becarios, que antes eran impensables.
“Lo he
dicho 20 años, pero si me lo preguntas lo respondo de nuevo: el Conaculta fue
creado por Salinas como una súper institución por encima de la ley. Esto hacía
también que muchos de sus artistas se sintieran por encima de cualquier ley,
porque lo están, especialmente los becarios vitalicios. Por eso era tan
importante que se convirtiera en Secretaría y que el Fonca sea una dependencia
de una Secretaría regulada para crear proyectos en los que haya empleos para
los artistas y público para sus obras, lo que requiere subsidios para sus
producciones, difusión y programas educativos para generar ese público, como
hicieron hasta más eficazmente los programas del ISSSTE llevando teatro y danza
a las Casas de la Cultura, y no era ‘arte popular’ nada más, sino también
‘elitista’ (por poner esto en lenguaje de redes sociales). Era una lucha contra
la Televisa monopólica de aquel entonces. El artista lo que quiere, más que la
beca, es trabajo constante en lo que bien sabe hacer, y el creador lo que
quiere es un público para su obra. Pero se quitó el presupuesto a eso y se
entregaron becas a quienes menos las necesitaban (como dos premios Nobel, uno
colombiano).
“Estoy
hablando de los orígenes de esta institución, no de los artistas que después sí
han trabajado y que merecen tener subsidios en todas partes del país. Ellos
saben lo que han hecho y que no me refiero a ellos, sino a los verdaderos
pillos. De ahí lo que fue mi otra demanda, durante 20 años desoída: si tú
pides un préstamo, una tarjeta de crédito, el banco te hace preguntas sobre tu
situación socioeconómica. No sé por qué se enojan de que en un país con tales
desigualdades económicas se requiera un programa en donde sí incluya la situación
socioeconómica del solicitante de la beca, pues a mí me consta que se otorgaron
becas del Fonca a gente que tiene casa propia en Nueva York. ¿Sabes lo que
necesita para tener casa propia en Nueva York, lo rico que tienes que ser…? No
te lo puedo ni describir. Entonces, claro que esas personas no necesitan tanto
ni una vez, ni cinco, ni diez, la beca que sí le habría ayudado a pagar su
renta a un escritor pobre de Oaxaca, por ejemplo.
“¿Pero
quién va a regular eso? ¿Pondrán realmente al mando a los que sí se interesan
por mejorar ese sistema en lugar de profundizar la corrupción?
“Me
gustaría imaginarlo, pero hay indicativos para dudarlo. Ahí tienes a Sabina
Berman: becaria y juez transexenal del Fonca, del sistema de ‘jueces que se
premian a sí mismos’, como diría Carmen García Bermejo en su libro 25
infamias culturales. ¿Qué hizo este sexenio? Premiar a Sabina Berman con
otro programa de televisión pagado por el Estado. ¿Crees que eso es buena señal
de que al incorporar al Fonca a la Secretaría de Cultura de verdad van a poner
a los buenos y quitar a los malos? Y de Elenita Poniatowska ya
mejor ni hablamos”.
Una diputada en el
Bronx
―Finalmente, Malú, ¿qué sientes estar como artista en el mero ojo de
la pandemia? Dices con naturalidad que si mañana te mueres por el Coronavirus
habrá una nueva generación que proseguirá en el camino contracultural
feminista. ¿Sólo resta esperar el destino, entonces?
―A lo que me refiero es que nunca me ha sorprendido el
destino, pues éste no es más que una consecuencia de la historia a la que la
humanidad decide abandonarse o a la que decide rebelarse. Me tocó vivir el
terremoto del 85 y participar en las brigadas de la respuesta solidaria de un
pueblo ante la rapacidad del ejército y del gobierno. Me tocó presenciar los
ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, de lo cual escribí muchas crónicas
sobre la obscenidad de la codicia que tú me publicaste en el espacio que tú
dirigías entonces en un momento en que otros reporteros mandaban notas dizque fechadas
aquí, pero aquí no estaban, pues se habían cerrado todos los caminos por mar,
aire y tierra. Después, un escritor varón, famoso, traducido a varios idiomas,
venerado por las izquierdas y el feminismo y demás, que ni siquiera estaba en
Estados Unidos, tomó una de mis crónicas, La salvación de los desobedientes,
y la adoptó para sus conferencias sin darme crédito, porque así son los feministas
de izquierda.
“Pero, bueno…
Volviendo a tu pregunta: no es que me resigne a las calamidades, sino que, como
escritora, siempre me ha correspondido augurarlas de alguna u otra forma en la
ciencia ficción política. En La lágrima, la gota y el artificio hablaba
de una enfermedad totalmente artificial, por ejemplo, y ahora, en lo que toca a
esta pandemia, recibimos muchas advertencias de que el mundo se iba a paralizar
de una u otra manera, y no nos importó. En cuanto al cambio climático, hasta
una niña autista ha tratado de advertirnos, y nosotros nos burlamos: la llamamos
privilegiada (¡privilegiada, una niña autista!), y pagada. Para
insultar a las Casandras del mundo sí nos organizamos bien, pero no para
responder colectiva y eficazmente a sus alertas, a la altura de la emergencia.
Entonces, claro, no es de sorprenderse que el propio sistema económico
agropecuario genere este nuevo Coronavirus, que un sistema totalitario basado
en la economía de maquila trate de silenciarlo, que responda tardíamente, que
se propague al Occidente y que todos los gobiernos occidentales reaccionen
tarde para no afectar al gran capital al que sirven, no a los humanos de los
que se sirven. Tampoco es novedad la forma como nuestros respectivos sistemas
de gobierno sacan lo peor y lo mejor de sí mismos. En Estados Unidos los
supremacistas blancos acarreados empiezan a hacer manifestaciones exigiendo a
los gobiernos estatales reabrir los negocios para proteger sus intereses,
aunque la gente se infecte de Coronavirus.
“… Pero
también ves cosas formidables: una jovencísima diputada feminista que ha
reivindicado la satanizada palabra socialista en Estados Unidos, que
nunca se la ha visto envuelta en un escándalo de corrupción y que no recibe
dinero de los grandes consorcios empresariales ni de los oligarcas, va todas
las semanas al barrio más golpeado del país por el Coronavirus: su barrio, el
Bronx, a tocar puertas, a repartir despensas de productos básicos, no de
tequila, bien desinfectadas, con todas las medidas de seguridad (cubrebocas,
guantes), y a hablar verdaderamente con la gente. Para estar al tanto de lo que
le pasa, que es lo que se exige de un buen gobernante. Si sigue así (y que
conste que dije: a condición de que siga así y no se deje comprar), espero ver
el día en que Alexandria Ocasio-Cortez sea presidenta de Estados Unidos, pero
es mucho pedir. Me conformo con que lo vean las feministas más jóvenes que me
suceden, por el bien de los hombres también”.
Alexandria Ocasio-Cortez