martes, 25 de agosto de 2020

Diálogos del miedo: entrevista de Víctor Roura con Malú Huacuja del Toro desde NY, en el centro de la tormenta viral

 Esta entrevista realizada por Víctor Roura apareció originalmente en Notimex el 5 de mayo de 2020

Diálogos del miedo




Víctor Roura

[Con la novelista, dramaturga y guionista de cine Malú Huacuja del Toro (Ciudad de México, 1961) conversamos sobre la enfermedad mundial, ella desde Nueva York, exiliada allá voluntariamente desde hace dos décadas, yo en mi encierro capitalino. Malú tiene libtros de novela policiaca, de ciencia ficción, sobre asuntos fílmicos, de crónica, de cuentos… Con la escritora era ineludible el tema de las mafias culturales, porque precisamente fueron éstas las que la orillaron a vivir fuera del país]

 Malú Huacuja del Toro: desde Nueva York, en el centro de la tormenta viral

“Toda decisión tiene un precio…”

―Muchas calamidades te orillaron a radicar en Nueva York, Malú. Más allá del amor, influyeron las mezquindades literarias que te sumieron en hondas reflexiones. ¿Las infamias culturales se alojan en cualquier parte, sin importar creencias, ideologías o partidismo político? En estos momentos, por ejemplo, vives en el mero centro del huracán sanitario…

      Efectivamente, nosotros no nos quedamos en Nueva York porque fuera bonito: claro que es una ciudad bella, pero para pasear, no para vivir. Si no eres millonario (o arrimado a un millonario), la cotidianeidad dentro de la tarjeta postal que se ve desde fuera es sumamente hostil y deshumanizada. Por eso durante tantos años mandaba a México para el espacio que tú dirigías, generosamente invitada por ti, una columna que se llamaba “Antipostales de Nueva York”. La verdad es que fue una decisión política y estratégica, más que romántica: nos quedamos aquí porque desde este punto geopolítico yo tenía más movilidad para seguir denunciando lo que siempre he denunciado, escribiendo lo que otras escritoras poderosas de mi generación ocultaban en México y abriendo los espacios que otros y otras cierran en el quehacer artístico y cultural en nuestro país. Ahora mismo, 20 años después, esto sigue siendo verdad: apenas ayer [miércoles 15 de abril] anuncié los resultados de una selección de muestra de cine feminista (FemiNYsta–Filming Eve Multicultural & Intersectional / NY Screenings To All), que organicé en estos tiempos de construcción de muros y patrullas fronterizas antiinmigrantes, tendiendo verdaderos puentes entre mujeres cineastas y artistas de México y Estados Unidos, derrumbando las barreras de la xenofobia y el racismo, sin ayuda de ninguna institución ni fondos de nadie, en un lugar que me prestaron porque ya conocen mi trabajo de crítica política y feminista. Contamos con la participación de mujeres cineastas de Turquía, Sri Lanka, Italia, Francia, Croacia, Colombia, Canadá, Reino Unido y Suecia, entre otros países. Y poco antes de que estallara la pandemia se estrenó en México la película feminista Rencor tatuado de Julián Hernández con guion mío, que es una historia que comencé a escribir hace 20 años inspirada en los policías violadores en la Ciudad de México, y que en 2020 cobró una lamentable vigencia. Es algo que no habría podido lograr si no me hubiera mantenido viva y con movilidad.

      “Toda decisión tiene un precio y yo lo pagué, pero hasta el momento ha demostrado que sirvió a un propósito. Es muy emocionante poder brindar un pedacito de esperanza y la alegría de la comprensión no sólo a mis compatriotas, sino a tantas mujeres feministas de todo el mundo en un momento tan desastroso. Sobre todo en tiempos así, en medio de tanta muerte. Es una forma de abrazarnos a la distancia en un momento en que salir a la intemperie es, literalmente, cuestión de vida o muerte, sobre todo aquí en Nueva York, ya el epicentro de la pandemia. Es sumamente difícil, insoportable, a veces, lo que estamos pasando, y precisamente por lo mismo la cosecha artística cobra otro sentido para quienes nunca dejamos de trabajar y siempre supimos que llegaría el invierno.

      “Por lo demás, es curioso que tanto haya yo escrito narrativa de ciencia ficción política y termine viviendo en una distopía similar a la de mis historias. Quizás por eso no me sorprende. Es como si estuviera viviendo dentro de alguna de mis novelas, Un Dios para Cordelia o Crueldad en subasta. Ya nada más falta que me plagien mi propia experiencia”.

 


Adentro de una película de ciencia ficción

―En estos momentos Estados Unidos, en efecto, es uno de los países más agravados por la epidemia mundial, el centro de una narrativa de ciencia ficción, como en tus novelas. ¿Cómo vive esta atroz circunstancia una novelista mexicana radicada en Nueva York como tú?, ¿la enfermedad hace mirar más allá de las fronteras?, ¿la escritura se detiene, Malú?


      Digo que estamos viviendo dentro de cualesquiera de las muchas películas de ciencia ficción que se han hecho sobre pestes, bombas nucleares y cambios climáticos en Nueva York porque la ciudad está desierta y salir a la calle es, literalmente, un asunto de vida o muerte, igual que si el aire fuera radioactivo, como en la ficción. Aunque Paty Navidad no lo crea (yo tampoco me creo que ella se llame así), es verdad que los hospitales y las fosas comunes están rebasados, que lo único que se escucha día y noche son sirenas de ambulancias y que los camiones refrigeradores de cadáveres ya no son suficientes. Ya todos tenemos un amigo o conocido cercano que ya perdió a alguien muy querido o que ya está llorando la muerte de un familiar.

      “Además, no es sólo a la muerte a lo que se le teme, pues es una enfermedad muy dolorosa. Un amigo cineasta documentalista, escéptico, ateo, muy cercano y entrañable, al que le traduje una película al español, tiene Coronavirus y, como buen realizador, estuvo transmitiendo su agonía en el hospital. Didáctico él, nos mostró cómo se quedó abandonado en la sala de emergencias toda una noche, casi muriéndose, porque verdaderamente los hospitales no se dan abasto, y el proceso del virus que consume tus pulmones, aunque lo sobrevivas, es un verdadero martirio. Nadie quiere pasar por eso: aunque no se muera uno.

      “De modo que salir a la calle, aunque sea sólo para conseguir algo de comer, se hace con la conciencia de que cualquier error de protección te puede costar la vida. Y digo que además parece novela mía porque no es una película hollywoodense en la que una familia blanca y rica pierde al perrito: la realidad impone su propio comentario político y social sobre la profunda desigualdad de la riqueza, pues los multimillonarios y los oligarcas se fueron a sus casas de campo mientras aquí se queda atrapada la gran mayoría de la población que trabaja para ellos; esto es, mexicanos e inmigrantes en general de todo el mundo. Y como viven hacinados en departamentos pequeñitos para ahorrar la renta y mandar dinero a sus familias, están infectándose por montones. Y como son indocumentados, no tienen seguro médico ni acceso a las pruebas. Y aunque lo tuvieran, ¿qué caso tiene atenderse si no hay cura y los hospitales están rebasados?

      “Hace dos años el presidente Trump, que ganó la presidencia con un discurso de odio hacia los inmigrantes, desmanteló el Directorio de Seguridad Nacional especializado en pandemias para dar exenciones de impuestos a los millonarios”.

 

La disolución de la oficina especializada en pandemias

―Sí, pareciera que esta enfermedad mundial va a favor de sus propuestas racistas. Obama acaba de declarar que esta calamidad ya se veía venir por la gente desinteresada en la problemática del calentamiento global. Y ya sabemos quién no cree en estos asuntos terrenales. El cuadro que puntas, Malú, es aterrador: contrariando a Darwin, la eliminación de las especies es debido a la tasa del poder económico que mantengas en la sociedad. Por eso Estados Unidos ahora huele a muerte por descuidos visiblemente políticos…

      De hecho, Trump disolvió la oficina especializada en pandemias porque la creó Obama. La ironía es que el actual presidente norteamericano debe su triunfo y su popularidad a su discurso de odio contra quienes en la pandemia son considerados “trabajadores esenciales”: los mexicanos, los hondureños, los guatemaltecos, los chinos, precisamente. Es increíble…

      ―Nueva York, Malú, es prácticamente ahora la segunda ciudad que te cobija en el mundo. Pese a las evidencias de la discriminación y el racismo acuñados en Estados Unidos, la cultura se mueve acaso de manera más democrática que en otras naciones (la muestra de cine feminista que acabas de organizar hubiera sido más difícil de llevar a cabo de hberla realizado en la Ciudad de México, me parece), ¿pero cuando se desata esta furia pandémica qué acontece en la atmósfera artística?

     ―Sí. La otra Nueva York, la rebelde, es la que me cobijó pues a pesar de todas las dificultades económicas, aquí es donde se cocina la contracultura, de la cual siempre he formado parte. El resto del país, pues en gran parte es el que votó por el Demonio Anaranjado, como yo le llamo al emperador. Pero aquí, en realidad, no hay más censura que la económica, ya que es una de las ciudades más caras del mundo. Los locales y los materiales para los proyectos tienen precios prohibitivos. Yo tuve acceso a este espacio a un costo accesible porque ya me conocen; ya me presenté ahí con un monólogo que se llamaba Quijota en tiempos de Trump¸ que escribí cuando Trump fue elegido (y que forma parte de un espectáculo teatral más amplio sobre la versión femenina del Quijote que tengo planeado para el próximo año con unas actrices maravillosas, si es que sobrevivimos a todo esto… en fin). Es un teatro bar con sala de proyección, donde se presentan excelentes músicos de jazz y muchos eventos de teatro independiente. Me recuerda las grandes épocas del Bar El Hábito, donde trabajé los cinco primeros años de la década de los noventa, que no es por nada pero fue la mejor etapa. Aquí todos los fines de semana actuaron (hasta antes de la pandemia) algunas de las y los mejores comediantes de cabaret político feminista contracultural.

      “En estos momentos me interesa mucho deslindar el feminismo del discurso al que el patriarcado en México lo ha querido reducir, desvirtuar, satanizar y hasta caricaturizar, en su lucha de poderes, y con este esfuerzo las mujeres de México y de Estados Unidos derrumbamos los muros y tendemos puentes sin pedir permiso. Además, si me da Coronavirus a mí aquí mañana, ya tengo todo arreglado para que mujeres más jóvenes continúen este esfuerzo.

      “No puedo pedir más en un sistema que me quería muerta hace dos décadas. Las mafias culturales mexicanas efectivamente convirtieron en pandemia desde hace mucho. Y que no digan que son de ahora o de antes, porque siempre han sido transexenales, apoyen al candidato que sea”.

 

De las mafias culturales

―Estas viejas mafias, Malú, estpan viendo diluir ahora sus privilegios con el traspaso del Fonca a la Secretaría de Cultura federal para dejar de ser un fideicomiso particular, y ya hay demasiados gritos por ello, un sistema que jamás te apoyó, por ejemplo…

       ¿Será posible que se les retire la beca vitalicia a quienes discrecionalmente recibieron esos subsidios transexenales? Yo lo dudo muchísimo porque, como te dije, las mafias culturales son transexenales y multipartidistas. Alguna vez un contertulio me dijo algo muy ilustrativo: “Veo en tus denuncias demasiados nombres de gente a la que yo ni conozco y consideraba buena de oídas”. “Eso sólo quiere decir que tengo demasiados años vividos”, le contesté…

      “Porque, en efecto, a las generaciones de hoy les costaría trabajo entender que nuestra queja nunca fue que no se apoyara el trabajo artístico ni se otorgaran subsidios a los artistas, empezando por los más necesitados. Lo que no queríamos eran becas vitalicias a dos premios Nobel de Literatura que ya eran ricos, por ejemplo, como se hizo en tiempos de Salinas de Gortari, y para ello lo que se exigía era que la selección no estuviera regulada por algo más que el dedazo y el amiguismo: por una Secretaría de Cultura, por ejemplo.

      “¿Pero cuánto tiempo nos tardamos en lograr que el Conaculta se convirtiera en Secretaría de Cultura?  Y digo nos tardamos porque yo me incluyo en esa lucha y es una de las razones por las que me autoexilié. Incluso, en el sexenio pasado edité un libro al respecto (por eso me da mucha risa que los troles me pregunten precisamente a mí: ‘¿Y tú qué hiciste el sexenio pasado y antepasado?’, cuando no he dejado de trabajar para el otro México, pero eso es otra historia). Gracias a eso se empezaron a incorporar proyectos que antes no existían y trabajos de servicio social hechos por los becarios, que antes eran impensables.

      “Lo he dicho 20 años, pero si me lo preguntas lo respondo de nuevo: el Conaculta fue creado por Salinas como una súper institución por encima de la ley. Esto hacía también que muchos de sus artistas se sintieran por encima de cualquier ley, porque lo están, especialmente los becarios vitalicios. Por eso era tan importante que se convirtiera en Secretaría y que el Fonca sea una dependencia de una Secretaría regulada para crear proyectos en los que haya empleos para los artistas y público para sus obras, lo que requiere subsidios para sus producciones, difusión y programas educativos para generar ese público, como hicieron hasta más eficazmente los programas del ISSSTE llevando teatro y danza a las Casas de la Cultura, y no era ‘arte popular’ nada más, sino también ‘elitista’ (por poner esto en lenguaje de redes sociales). Era una lucha contra la Televisa monopólica de aquel entonces. El artista lo que quiere, más que la beca, es trabajo constante en lo que bien sabe hacer, y el creador lo que quiere es un público para su obra. Pero se quitó el presupuesto a eso y se entregaron becas a quienes menos las necesitaban (como dos premios Nobel, uno colombiano).

      “Estoy hablando de los orígenes de esta institución, no de los artistas que después sí han trabajado y que merecen tener subsidios en todas partes del país. Ellos saben lo que han hecho y que no me refiero a ellos, sino a los verdaderos pillos.  De ahí lo que fue mi otra demanda, durante 20 años desoída: si tú pides un préstamo, una tarjeta de crédito, el banco te hace preguntas sobre tu situación socioeconómica. No sé por qué se enojan de que en un país con tales desigualdades económicas se requiera un programa en donde sí incluya la situación socioeconómica del solicitante de la beca, pues a mí me consta que se otorgaron becas del Fonca a gente que tiene casa propia en Nueva York. ¿Sabes lo que necesita para tener casa propia en Nueva York, lo rico que tienes que ser…? No te lo puedo ni describir. Entonces, claro que esas personas no necesitan tanto ni una vez, ni cinco, ni diez, la beca que sí le habría ayudado a pagar su renta a un escritor pobre de Oaxaca, por ejemplo.

      “¿Pero quién va a regular eso? ¿Pondrán realmente al mando a los que sí se interesan por mejorar ese sistema en lugar de profundizar la corrupción?

      “Me gustaría imaginarlo, pero hay indicativos para dudarlo. Ahí tienes a Sabina Berman: becaria y juez transexenal del Fonca, del sistema de ‘jueces que se premian a sí mismos’, como diría Carmen García Bermejo en su libro 25 infamias culturales. ¿Qué hizo este sexenio? Premiar a Sabina Berman con otro programa de televisión pagado por el Estado. ¿Crees que eso es buena señal de que al incorporar al Fonca a la Secretaría de Cultura de verdad van a poner a los buenos y quitar a los malos? Y de Elenita Poniatowska ya mejor ni hablamos”.

 

Una diputada en el Bronx

―Finalmente, Malú, ¿qué sientes estar como artista en el mero ojo de la pandemia? Dices con naturalidad que si mañana te mueres por el Coronavirus habrá una nueva generación que proseguirá en el camino contracultural feminista. ¿Sólo resta esperar el destino, entonces?

      A lo que me refiero es que nunca me ha sorprendido el destino, pues éste no es más que una consecuencia de la historia a la que la humanidad decide abandonarse o a la que decide rebelarse. Me tocó vivir el terremoto del 85 y participar en las brigadas de la respuesta solidaria de un pueblo ante la rapacidad del ejército y del gobierno. Me tocó presenciar los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, de lo cual escribí muchas crónicas sobre la obscenidad de la codicia que tú me publicaste en el espacio que tú dirigías entonces en un momento en que otros reporteros mandaban notas dizque fechadas aquí, pero aquí no estaban, pues se habían cerrado todos los caminos por mar, aire y tierra. Después, un escritor varón, famoso, traducido a varios idiomas, venerado por las izquierdas y el feminismo y demás, que ni siquiera estaba en Estados Unidos, tomó una de mis crónicas, La salvación de los desobedientes, y la adoptó para sus conferencias sin darme crédito, porque así son los feministas de izquierda.

      “Pero, bueno… Volviendo a tu pregunta: no es que me resigne a las calamidades, sino que, como escritora, siempre me ha correspondido augurarlas de alguna u otra forma en la ciencia ficción política. En La lágrima, la gota y el artificio hablaba de una enfermedad totalmente artificial, por ejemplo, y ahora, en lo que toca a esta pandemia, recibimos muchas advertencias de que el mundo se iba a paralizar de una u otra manera, y no nos importó. En cuanto al cambio climático, hasta una niña autista ha tratado de advertirnos, y nosotros nos burlamos: la llamamos privilegiada (¡privilegiada, una niña autista!), y pagada. Para insultar a las Casandras del mundo sí nos organizamos bien, pero no para responder colectiva y eficazmente a sus alertas, a la altura de la emergencia. Entonces, claro, no es de sorprenderse que el propio sistema económico agropecuario genere este nuevo Coronavirus, que un sistema totalitario basado en la economía de maquila trate de silenciarlo, que responda tardíamente, que se propague al Occidente y que todos los gobiernos occidentales reaccionen tarde para no afectar al gran capital al que sirven, no a los humanos de los que se sirven. Tampoco es novedad la forma como nuestros respectivos sistemas de gobierno sacan lo peor y lo mejor de sí mismos. En Estados Unidos los supremacistas blancos acarreados empiezan a hacer manifestaciones exigiendo a los gobiernos estatales reabrir los negocios para proteger sus intereses, aunque la gente se infecte de Coronavirus.

      “… Pero también ves cosas formidables: una jovencísima diputada feminista que ha reivindicado la satanizada palabra socialista en Estados Unidos, que nunca se la ha visto envuelta en un escándalo de corrupción y que no recibe dinero de los grandes consorcios empresariales ni de los oligarcas, va todas las semanas al barrio más golpeado del país por el Coronavirus: su barrio, el Bronx, a tocar puertas, a repartir despensas de productos básicos, no de tequila, bien desinfectadas, con todas las medidas de seguridad (cubrebocas, guantes), y a hablar verdaderamente con la gente. Para estar al tanto de lo que le pasa, que es lo que se exige de un buen gobernante. Si sigue así (y que conste que dije: a condición de que siga así y no se deje comprar), espero ver el día en que Alexandria Ocasio-Cortez sea presidenta de Estados Unidos, pero es mucho pedir. Me conformo con que lo vean las feministas más jóvenes que me suceden, por el bien de los hombres también”.

                                                                                    Alexandria Ocasio-Cortez



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