►Este viernes,
el estreno en Netflix de la película Rencor tatuado del maestro Julián Hernández cuya historia y guion tuve el honor de escribir —un film noir
sobre mujeres violadas en la CDMX— coincidió tristemente con la declaración más
audaz del Presidente en contra del feminismo: que el 90% de las llamadas al 911
relacionadas con violencia a la mujer son falsas. Su afirmación fue desmentida de
inmediato con pruebas (las llamadas falsas ni siquiera son tomadas en cuenta por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública al hacer los reportes, que es en lo que se basan los periodistas), pero iba acompañada
de una sentencia con la que el feminismo se ha enfrentado desde el siglo pasado y el antepasado: que él no es «feminista»
sino «humanista». Con lo cual, un fuerte aplauso de machos y mujeres machistas recorrió
a México.
►Me recordó lo que pasó en Estados Unidos, cuando realmente cobró fuerza
por todo el país el movimiento Black Lives Matter (Las Vidas de Raza Negra
Importan): rápidamente intervinieron los «humanistas» en defensa de «todas las
razas; no sólo las de los negros». Estas afirmaciones que surgen en cuanto un
grupo marginado y explotado reivindica sus derechos no son «humanistas», puesto
que lo que quieren es que se callen los negros y las mujeres. Tampoco son
nuevas, para nada. Pregúntenles a las nietas de las primeras sufragistas del
siglo pasado. El «humanista» Presidente quiere que se diga que su Gobierno es
un éxito, aunque eso requiera callar a las mujeres atacadas. Fue la declaración
más audaz porque inventó una estadística y, añadió que «no quiere que lo vayan
a malinterpretar», y que «no quiere decir que no exista la violencia contra
las mujeres», cuando lo que quiere decir es eso: que la gran mayoría de la violencia es un
invento de mujeres.
►También este fin de semana que terminé varios encargos en el encierro
leí en francés El consentimiento de Vanessa Springora, que, aunque todavía no se publica
en español, ya se comenta, pues cuenta la relación que la autora tuvo a los 13
años con un hombre de 49, con el consentimiento de su mamá, porque además era
famosísimo y todopoderoso, por lo que la
policía, lejos de investigarlo, le pedía autógrafos (¿a quién me recuerda en
México…? ¿A quién? Mmmm… No sé, se pregunta una R del recuerdo, o una G de
Gloria Trevi, y así). Ana Fornaro en la publicación argentina Página12
explica: «En 1977, muchos intelectuales y escritores franceses
pidieron públicamente por la liberación de tres hombres acusados de pedofilia.
El redactor de la carta era Gabriel Matzneff, escritor entonces conocido,
provocador y brillante. Hoy ya los franceses no lo recuerdan mucho pero la
publicación de El consentimiento (aun sin traducción al castellano), de
la editora Vanessa Springora, abrió la caja de Pandora de la pedofilia y su
frecuente apología entre cierta elite artística e intelectual de su país. Ella
cuenta su relación con Matzneff, cuando él tenía 49 años y ella 13. Ahora es el
tiempo del debate con el brusco cambio que el tema del consentimiento en
general ha cobrado en todo el mundo con el impulso feminista, que aún encuentra
muchas resistencias en Francia, sobre todo cuando algunos creen que toma
parámetros norteamericanos».
►Vale más la pena
leer el libro que las notas descriptivas, como siempre. Sólo apuntaré varios
datos que me parecen significativos y cualidades que sé que serán omitidas en
las reseñas: la autora no hace una denuncia descontextualizada. Entiende muy
bien que, además de haber sido víctima de un depredador sexual, fue víctima de
una época. Y entiende que esa época de la Primavera Francesa y del «prohibido
prohibir» fue a su vez, respuesta a la que la precedió. No se limita a decir
«no quiero que se me malinterprete», como hacen otros; leerla es seguir la
narración de una buena escritora que impide que se la malinterprete.
►La carta en
defensa de la pederastia firmada por intelectuales como Jean-Paul Sartre,
Roland Barthes, Gilles Deleuze y, más escandalosamente, Simone de Beauvoir,
entre otros nombres famosos, no sólo «tuvo una gran ausencia entre
los firmantes que fue Michel Foucault», como dice Ana Fornaro, sino dos:
también Marguerite Duras se negó a firmarla.
►En un solo
párrafo, la autora explica la diferencia entre lo que los firmantes de la carta
sublimaban como enamoramiento y lo que realmente es un depredador sexual: «La
situación habría sido bien diferente si, a la misma edad [14 años] yo hubiera
caído locamente enamorada de un hombre de 50 años que, pese a toda moral, había
sucumbido a mi juventud, después de haber tenido relaciones con una cantidad de
mujeres de su edad y que, bajo el efecto de un deslumbramiento súbito
irresistible, hubiera cedido, por una vez, pero la única, a este amor por una
adolescente. Sí; entonces, de acuerdo, en ese caso nuestra pasión
extraordinaria habría sido sublime, es cierto, si yo hubiera sido quien lo
hubiera empujado a infringir la ley por amor; si, en lugar de eso, G. [Gabriel
Matzneff] no hubiera reactuado esta historia cien veces a lo largo de toda
su vida». En otra parte, añade: «Yo era quizás la más joven de sus
conquistas en París, pero sus libros estaban poblados de otras Lolitas
de quince años».
Qué ganas de leer este libro, más si tú lo recomiendas. Ojalá ya salga en español. Ojalá tú lo traduzcas.
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