Te escribo estas líneas en caso de que sí seas
un vándalo espontáneo y no un golpeador pagado que se bajó de uno de los
camiones cuyas fotografías aparecieron en redes. Te escribo para decirte que no
soy de las que no entienden la diferencia entre lo que es una biblioteca y una
librería. De hecho, desde que vivo en Estados Unidos, no dejo de se ganarme enemigos hipersensibles (o
sea, casi todos los norteamericanos) recordándoles a las y los descendientes de
latinoamericanos que la traducción de la palabra library no es “librería”
sino biblioteca.
Lo
que no entendí es tu mensaje, y no fui la única. No es que yo no simpatice con
el anarquismo, sino que precisamente una de las primeras enseñanzas de los
anarquistas para una protesta, del tipo que sea, es tener bien claro el
objetivo del mensaje y el mensajero. En el movimiento antisistémico Occupy Wall
Street nos fuimos a hacer acciones directas contra los bancos y las oficinas de
las grandes empresas transnacionales (haz click aquí para ver una, con uno de los personajes más satanizados por el hoy supremo Presidente: Javier Sicilia), no contra las pocas librerías locales. Y
no porque éstas no sean parte del sistema capitalista, ni porque a los
empleados no los exploten igual en una librería, ni porque los revoltosos no
entendieran la diferencia entre “biblioteca pública” y “tienda de libros”, sino
porque al atacar lo segundo corres el riesgo de que todo tu esfuerzo se pierda
en obnubilar sobre el verdadero objetivo de tu acción. Librerías
Gandhi ya no es lo que era antes, pero fue fundada por un mexicano rebelde al
sector empresarial en el que se crio, que abrió un espacio para los artistas en
un tiempo en el que no había Secretaría de Cultura ni Fonca ni cine mexicano ni
festivales de cabaret pagados por el gobierno, ni teatros donde se pudieran
presentar artistas sin dinero, ni nada. Puso su habilidad como negociante al
servicio de la cultura dentro de un sistema comercial abriendo un espacio en el que si tú pedías un
foro para montar una obra de teatro te lo daban sin consultar tus simpatías políticas, ni con quién vivías, ni
tus antecedentes penales, ni nada, y sin cobrarte renta. Mauricio Achar, el
fundador de Gandhi, hizo la carrera de cantantes que hoy están con el gobierno y hasta cantan con la esposa del Presidente, pero que en su momento fueron contestatarias, que no pagaban "payola" para estar en la radio, a las que no podías escuchar porque Televisa las tenía prohibidas, y cuyos discos, a diferencia de
los Sanborns’, en Gandhi siempre estaban en los escaparates. Lo mismo nos sucedió a los escritores.
Y
aunque Gandhi no es ya lo que fue, sí carga con ese legado, para bien o para
mal. En cambio Sanborns’ es propiedad de uno de los hombres más ricos y más
injustos del mundo, Carlos Slim, quien hizo su fortuna gracias a que su hermano
estaba en la Federal de Seguridad y a que Salinas de Gortari le regaló un
monopolio con una ventaja de 8 años frente a cualquier competencia. (Para más información, puedes ver mi artículo aquí.) Mauricio
Achar nunca tuvo un privilegio así ni un hermano así. Si te hubiera conocido,
y si realmente eres un protestante y no un golpeador pagado, no te habría odiado. Creo que habría hecho una broma sobre sí mismo: “¿Por
qué a mí? ¿Por qué no a la competencia?” Ja, ja. Así era Mauricio.
En fin. Sólo
unas reflexiones sobre la claridad del mensaje en este dos de octubre. Porque poner a la gente a hablar de otra cosa (como discutir sobre las diferencias entre librería y biblioteca, en lugar de las razones de la protesta), es justamente trabajar para la clase empresarial y el Estado. Cuando
decidas vandalizar bancos y no librerías, cuenta conmigo. 😉🙏
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