Aquí la traducción
de la reseña de la película cuyo guion tuve el honor de escribir para el maestro Julián Hernández, Rencor
Tatuado (2018)
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“No hay
justicia”, dice un estafador del inframundo en Rencor tatuado. Es un
buen comienzo para la nueva película de Hernández porque no hay justicia en una
cultura postcinéfila que ignora sus obras maestras, mientras que ese
trío banal de piratas comerciales ganadores del Oscar —Alejandro González
Iñárritu, Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro— son celebrados como los
principales cineastas de México.
Rencor tatuado convierte nuestra crisis espiritual moderna en film noir
Por ARMOND WHITE
20 de septiembre 2019 6:30 AM
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Diana Lein en Rencor tatuado (Breaking Glass Pictures/Imagen de los avances via
YouTube)
En el submundo bohemio de Julián Hernández, el sexo,
la política y la moral se mezclan perturbadoramente.
Al final del melodrama de Julián Hernández
sobre gente que toma la justicia por su propia mano, Rencor Tatuado, un galán (Vicente Colmenares, interpretado por Irving Peña), y una
mujer andrógina (Aída Cisneros, interpretada por Diana Lein) se unen en un beso
apasionado. La simbólica fusión de las búsquedas románticas masculina y
femenina (continuación desde los anteriores y premiados filmes de Hernández Mil
nubes de paz, Cielo dividido, Rabioso sol, rabioso cielo y Yo soy la
felicidad de este mundo) no es un mero final feliz.
Su rareza queer representa un triunfo personalizado contra el
crimen, el engaño, la violencia y la decadencia que enturbian al México actual.
Rencor tatuado es un thriller erótico que plantea un reto a los
espectadores milenials con un subtexto moral y político.
Hernández explora nuestra pesadilla contemporánea creando su propia
mitología personal: el estudiante de cine Vicente está fascinado con una serie
de ataques de revancha firmados por la misteriosa Vengadora, quien tatúa
un gran alacrán en los torsos de los hombres acusados de violación, y después
publica las humillantes imágenes en la prensa. Las fotos de La Vengadora
le recuerdan a Vicente el arte de vanguardia de la feminista radical Aída
Cisneros, quien presuntamente cometió suicidio después de haber sido atacada
violentamente. La leyenda de Cisneros es explotada por una charlatana,
Divinidad Martínez (Itatí Cantoral), en el programa de radio La locutora
sensual, cuyas incursiones en supersticiones de ocultismo, transmitidas por
la XEZ, cautivan “a todos los rincones de Latinoamérica”.
En esta vertiginosa narrativa, Hernández emula y enaltece la intensidad
obsesiva del film noir. Rencor tatuado hace eco, específicamente de La chica del
dragón tatuado, como si esa franquicia grotesca pero popular fuera
reiniciada por un concienzudo realizador de cine de arte. La investigación de
Vicente ("Está todo borroso, pero es tan absurdo como mi vida. Nadie
entiende su propia vida de todos modos") tiene lugar paralelamente a las misiones secretas de Aída. La imaginería del
procedimiento en profundo y brilloso blanco y negro (vista en viejos marcos de
proyección de diapositivas anticuados) se alterna con escenas de culpa y deseo
imaginados en tonos acentuados emocionalmente, más flashbacks a todo color.
El caleidoscópico cruzamiento interseccional de tipos bohemios, del
submundo y de los medios de comunicación, es tal festín sensual que evoca los
perturbados temperamentos del desorden social de hoy. Hernández es uno de los
estilistas visuales más logrados de la historia del cine (en este siglo sólo
comparable a Zack Snyder). Su habilidad para conectar imagen con significado,
emoción con política y conducta con moralidad es altamente sofisticada… aunque
delirante. Tal como el desarrollo visual de Aída y su interpretación estética
responde al caos del siglo XXI, el magnífico cinefotógrafo de Hernández,
Alejandro Cantú, hace giros y descubre las dimensiones espaciales de la intimidad y el
alejamiento.
Rencor tatuado se anuncia como
un “thriller de empoderamiento femenino” porque ésa es la cruda manera
como venden los filmes estos días, pero Hernández sueña su cuento moral contra
la inmoralidad juvenil de la mayoría de los medios de comunicación
contemporánea. Avanza desde el profundo romanticismo de sus primeros filmes, en
los que parecía hechizado por la belleza extática de capturar hombres jóvenes
mientras se enamoran y se relacionan con el sacrificio abierto de las mujeres y
el peligro emocional. Sin embargo, Hernández no es un traficante de corrección
política, incluso cuando se ahonda en el mundo partido de drag queens y
transexuales; él ve el inframundo como parte de una sociedad al revés. La
heroína de Rencor toma la ley en sus propias manos, igual que los
políticos corruptos mezclados con redes de narcotráfico y pornografía operan
con impunidad, y los grupos de medios de comunicación que utilizan fuentes no
identificadas saquean la cultura y ponen en peligro el orden social, tal como
revela esta película sorprendentemente actual, al estilo de codificación
de Costa-Gavras.
“No hay justicia”, dice un
estafador del inframundo en Rencor tatuado. Es un buen comienzo para la
nueva película de Hernández porque no hay justicia en una cultura postcinéfila que ignora sus obras maestras, mientras que ese trío banal de piratas
comerciales ganadores del Oscar —Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón y
Guillermo del Toro— son celebrados como los principales cineastas de México.
(También se pasan por alto autores notables como Sergio Tovar Velarde [Cuatro
lunas] y Alonso Ruizpalacios [Güeros].)
Opera el código moral privado de Hernández al igual que su estilo visual
característico de ver el mundo de manera sensual y ética. Su expresión personal
es interesante como identidad cultural: el glamoroso modelo de moda de Vicente
y sus tenis blancos (se desliza cuando camina) contrastan con la ferocidad
amazónica de Aída (con trenzas coronando su cabeza), mientras que la informante
drag queen, Marta (César Romero Medrano) inspira la empatía e impaciencia
de ellos. La compasión sexual de Hernández sigue siendo relativamente
conservadora, por tanto aún impactante para los progresistas que también se
enfrentan a sus arquetipos indoeuropeos: todas las cuales continúan siendo razones
por las que este cineasta magistral sigue siendo relativamente desconocido para
los cinéfilos estadounidenses.
Pero el arte de Hernández es también sensible a la crisis spiritual moderna.
El rango de su expresión cinematográfica recuerda The Eyes of Laura Mars, The Bride Wore Black, y Caught in the Web (clásicos que exploran el tema de la venganza) y por último se
establece en un territorio de casa, haciendo referencia al reto moral
surrealista de Luis Buñuel con la película El (1953). A su modo, Rencor tatuado es la única película contemporánea que reacciona
ante la corrupción en México y ante la nuestra.
Rencor Tatuado de Julián Hernández (2018)
Escrita por Malú Huacuja del Toro
Producida por Roberto Fiesco
Escrita por Malú Huacuja del Toro
Producida por Roberto Fiesco
ARMOND WHITE, crítico de cine que escribe para National Review y es el
autor New Position:
The Prince Chronicles. @3xchair