Los 25 años de la experiencia zapatista
Por Jérôme Baschet
Los zapatistas de Chiapas acaban de celebrar los 25 años del
levantamiento del 1o de enero de 1994. Un levantamiento armado que
fue un ¡Ya basta! a cinco siglos de dominación
colonial sufrida por los pueblos indígenas, a décadas de la “dictadura
perfecta” del Partido Revolucionario Institucional y años de políticas
neoliberales que culminaron con el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte, entrado en vigor el mismo día; también venía a desmentir el supuesto
“fin de la historia” proclamado por los apologistas del capitalismo
omnipotente. Un levantamiento que, a través de múltiples peripecias abrió el
espacio para construir una muy singular experiencia de autonomía política, con
la declaración de treinta municipios autónomos a partir de diciembre de 1994 y,
con más fuerza aún, a partir de agosto de 2003, con la formación de cinco Juntas de buen
gobierno. En este marco, los y las zapatistas han creado sus propias instancias
de auto-gobierno y de justicia; sostienen su propio sistema de salud y de
educación; revitalizan prácticas productivas basadas en la posesión colectiva de la tierra y en nuevas modalidades de trabajo colectivo
para sostener materialmente la autonomía. Para ellos, la autonomía es la
afirmación de sus formas de vida propias, arraigadas en la existencia
comunitaria y el rechazo a las determinaciones capitalistas que las destruyen;
al mismo tiempo, es la experimentación de un auto-gobierno popular que va
construyéndose por fuera de las instituciones del Estado mexicano. Dicha
experiencia se va dando en una escala geográfica significativa (cerca de la
mitad del estado de Chiapas) y además persiste, sin dejar de transformarse,
desde hace un cuarto de siglo.
Por estas razones, la autonomía zapatista es una estrella que brilla
muy alto en el cielo de las esperanzas y aspiraciones de quienes no se resignan
a la devastación provocada en todo el mundo por la hidra capitalista (añadiendo
que se trata de una estrella que podemos tocar con la mano y el corazón, y
además que es posible encontrarse son sus habitantes...). Por eso, todos los y
las que hicieron el largo camino hasta
el caracol[1]
de La Realidad, en la Selva lacandona, para el 25 aniversario del atrevido
alzamiento, se preparaban para compartir la alegría de que esta experiencia
rebelde haya superado muchos obstáculos, ademas de resistir el inevitable
desgaste del tiempo y seguir demostrando hasta hoy su innegable creatividad. Al
respecto, basta recordar la intensa serie de iniciativas de los últimos seis
años, en particular con la Escuelita zapatista, el Festival mundial de
las rebeldías y las resistencias, el seminario internacional “El pensamiento
crítico frente a la hidra capitalista”, los encuentros del CompArte por la
Humanidad, los de las ConCiencias por la Humanidad y, recientemente,
el impactante festival de cine Puy ta kuxlejaltik, sin hablar de la
iniciativa llevada a cabo conjuntamente con el Congreso Nacional Indígena para
formar un Consejo Indígena de Gobierno a nivel nacional y presentar a
“Marichuy” como candidata independiente en las pasadas elecciones
presidenciales.
*
Sin embargo, estos días fueron todo lo contrario de una alegre fiesta.
El subcomandante Moisés lo dijo claramente: “hoy no vamos a poder atender más los
25 años”[2]. De hecho,
lo esencial fue expresado no por las palabras del vocero zapatista sino por la
contundente demostración de que la dimensión militar del EZLN, a pesar de haber
pasado a segundo plano durante muchos años, de ninguna manera ha desaparecido.
Después de la llegada a caballo de los mandos, interminables filas de
milicianos entraron en el caracol hasta colmar su plaza central,
haciendo resonar el poderoso clamor de los bastones que golpeaban uno contra
otro, al ritmo de sus pasos redoblados sobre la tierra[3].
Tres mil combatientes en total, provenientes de las cinco zonas autónomas
zapatistas y que forman parte de la 21° División de Infantería Zapatista, la
misma que había ocupado siete cabeceras municipales de Chiapas 25 años atrás.
Quienes visitaban los territorios zapatistas por primera vez pudieron
haber pensado que se trataba de un ritual acostumbrado con el cual se celebraba
cada año la insurrección de 1994. Al contrario,
las fiestas del 31 de diciembre, con discursos y baile, suelen
realizarse sin presencia militar, como es el caso de la mayor parte de los
encuentros organizados por el EZLN. Y si bien, en algunas ocasiones, milicianos
aseguraron la seguridad del lugar, como en La Realidad después del asesinato
del maestro Galeano en mayo de 2014, es probable que haya que remontar hasta la
Convención Nacional Democrática, reunida en Guadalupe Tepeyac en el verano de
1994, para poder encontrar una demostración militar comparable (en este caso,
los soldados venían armados, lo que marca una importante diferencia). De manera general,
el carácter no militar de los encuentros y las celebraciones zapatistas es
lógico ya que, desde el cese al fuego del 12 de enero de 1994 (y con excepción
del movimiento relámpago de rompimiento del cerco en diciembre de 1994), el
EZLN suspendió el uso ofensivo de las armas, privilegiando la construcción
civil de la autonomía y haciendo todo lo posible para no responder a las
provocaciones tanto del ejército federal como de los grupos paramilitares que
agreden constantemente a las comunidades zapatistas.
En pocas palabras, tanto la “escenografía” como el
lugar elegido para ella indicaban una vuelta a los primeros momentos de la vida
pública del zapatismo. Posteriormente, la palabra del subcomandante Moisés,
combativa y de una rudeza incisiva, vino a poner los puntos sobre las íes.
Su discurso define la postura del EZLN respecto del nuevo gobierno mexicano
(tal como lo hizo al inicio de los anteriores sexenios, en particular en el
momento de la toma de posesión de E. Zedillo y de V.
Fox). Si bien el análisis zapatista de la situación creada por la elección de A.M. López
Obrador no es una sorpresa, pues ya había sido formulada en agosto pasado[4],
esta vez el mensaje viene dirigido al nuevo poder, ahora en función
desde el 1o de diciembre pasado. Para el EZLN, el nuevo presidente
no es portador de ninguna esperanza, a pesar de lo que ha hecho creer a 30
millones de electores: no es sino “un catapaz” más en la gran finca del
capitalismo globalizado. Ahora, el subcomandante Moisés concentró sus críticas
en los megaproyectos que el actual presidente promueve con una energía que
ninguno de sus antecesores había tenido. Y lo hace, por supuesto, en nombre del
progreso, el empleo y la lucha contra la pobreza, apoyándose en una retórica
bien conocida según la cual todos los que se oponen a dichos proyectos vienen
catalogados y condenados como conservadores retrógrados y enemigos del
bienestar colectivo, si no es que como primitivistas anacrónicos. Pero, para
los pueblos indígenas, y no solamente para ellos, estos megaproyectos
significan antes que nada el despojo de sus territorios y la destrucción
acelerada de sus formas de vida[5]. “Ahora
estamos viendo que vienen por nosotros, los pueblos originarios”, resume el
subcomandante Moisés.
Entre tantos megaproyectos, el del istmo de Tehuantepec implica no
solamente la extensión de los parques eólicos contra los cuales las comunidades
afectadas luchan desde hace años sino también la creación de una zona económica
especial y un eje de comunicación “multimodal interoceánico” capaz de rivalizar
con el canal de Panamá (un viejo proyecto que los diversos gobiernos
neoliberales nunca lograron concretar). Otro consiste en sembrar un millón de
hectáreas de árboles frutales y forestales, en especial en los estados del
sureste del país, lo que no deja de alimentar las sospechas de conflicto de interés,
si tomamos en cuenta que Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia y
hombre clave para las relaciones entre López Obrador y las cúpulas
empresariales, es una figura del agro-negocio mexicano, dueño entre muchas
otras de una empresa instalada en Chiapas que produce millones de plantíos
de papaya al año[6].
El subcomandante Moisés se refirió más que nada al proyecto de “Tren
Maya” que planea unir Palenque, en Chiapas, con los principales sitios
turísticos y arqueológicos de Yucatán. Llevaría a una
intensificación de la explotación de los recursos naturales de la península
(14,000 km2 de selva ya han sido destruidos tan sólo
entre 2000 y 2016) y, sobre todo, a una multiplicación de los grandes centros
turísticos, con todo lo que implica en términos de privatización, destrucción y
contaminación de las zonas litorales -el presidente lamentando explícitamente
que hasta ahora se hayan concentrado exclusivamente en la Riviera Maya[7]. De tal
manera que su consigna parece ser: un, dos, tres.. decenas de Cancún.
Además de la naturaleza devastadora del proyecto, la manera en que se anunció
su lanzamiento representa, para los zapatistas, una provocación particularmente
intolerable. El 16 de diciembre pasado, el nuevo presidente llegó a Palenque, a
unos kilómetros del caracol zapatista de Roberto Barrios y, para marcar
el inicio oficial de las obras, participó en un pseudo-ritual a la Madre
Tierra. Tal como ironizó el subcomandante Moisés, es como si hubiera dicho:
“dame permiso Madre Tierra para destruir a los pueblos originarios”, añadiendo
que si pudiera hablar la Madre Tierra le habría dicho: “¡Chinga tu
madre!”.
Además, para los zapatistas, el hecho de dar a este proyecto el nombre
de sus antepasados representa una verdadera ofensa. Dicha parodia de ritual
maya fue caracterizada como una “burla” y una “humillación”, pues se dirigió a
la Madre Tierra para mejor ocultar que se estaba omitiendo pedirles su opinión
a los habitantes de los territorios afectados. Hay que recordar que la
organización de una consulta previa, libre e informada a los pueblos indígenas
es una obligación de los Estados prevista por el Convenio 169 de la OIT y la
Declaración de la ONU sobre los derechos de los pueblos originarios, ambos
ratificados por México. En pocas palabras, el nuevo poder aparenta inclinarse
frente a la Madre Tierra para mejor destruirla y para autorizarse a violar los
acuerdos internacionales vigentes en México[8].
Frente a la amenaza que representa un avance tan brutal de la hidra
capitalista, disfrazada de progresismo, la postura zapatista se expresó con
absoluta firmeza. “No nos vamos a dejar”. “Vamos a defendernos por muy mínimo
que sea que nos vengan a provocar”. “No vamos a permitir que pase aquí su
proyecto de destrucción”. “Vamos a pelear si es necesario”. La advertencia no
podría ser más clara. Y es lo que da su pleno significado al despliegue militar
que antecedió dichas palabras: los tres mil soldados que vimos pasar frente a
nosotros, además de los (y las) que no vimos, están dispuestos a dar su vida
para defender sus territorios y la autonomía que los pueblos ahí han
construido.
Sin embargo, no debe de entenderse el mensaje como un retorno a la
lucha armada, tal como se pudo haber planteado antes del 1 de enero de 1994.
Ahora se trata de una opción defensiva; se trata de defender la construcción
civil de la autonomía que sigue siendo el corazón del proyecto zapatista. Todo
lo que hemos hecho hasta ahora, explicó Moisés, ha sido el fruto de nuestro
esfuerzo y “vamos a seguir construyendo y lo vamos a ganar”. Continuar con la
experiencia civil de la autonomía es la apuesta. Para esto, es necesario
defenderla en contra de las amenazas que se ciernen entorno a ella, con todos
los medios necesarios.
Otro aspecto de las palabras del subcomandante Moisés provocaron no
pocos comentarios e interrogaciones. El vocero zapatista repitió a lo largo de
su discurso un “estamos solos” que muchos recibieron como un golpe en el
estomago. ¿Había que entender que todos los esfuerzos del EZLN para tejer vínculos
durante un cuarto de siglo, a través del Congreso Nacional Indígena, el Concejo
Indígena de Gobierno, la Sexta como red nacional e internacional de luchas, las
redes de apoyo al CIG, los colectivos de solidaridad en el mundo, etc. fueron
en vano? ¿Se refería a la incapacidad para superar inercias y divisiones, y así avanzar en la formación de
redes de rebeldías y resistencias a nivel nacional e internacional? Más bien,
hay que tomar en cuenta los alcances tan amplios de dicho discurso, que marca
una decisión estratégica frente al nuevo gobierno mexicano y representa con
toda probabilidad un momento clave en la trayectoria del movimiento zapatista.
En este sentido, puede entenderse que el subcomandante Moisés se refería
sobre todo a la opción mayoritariamente asumida por los electores mexicanos,
que no prestaron atención a las advertencias zapatistas. Además, sus palabras
pusieron como en un espejo el “estamos solos” en el momento actual con un
“salimos solos a despertar al pueblo de México y al mundo” hace 25 años. Es
decir, la decisión del levantamiento que se tomó en ese entonces fue únicamente
del EZLN, al igual que ahora, la decisión de prepararse para enfrentar al gobierno
federal es del EZLN solo[9].
*
Dicha decisión se basa en el análisis de lo que representa el nuevo
gobierno mexicano como profundización del capitalismo a través de un
desarrollismo desenfrenado y asumido sin reserva. Al grado de ignorar casi por
completo la creciente preocupación por el calentamiento global y de hacer muy
pocos esfuerzos por aparentar algún interés por las cuestiones ecológicas. Si
bien López Obrador no es un negacionista climático, en este punto no actúa
de manera muy diferente de Trump, con el cual, de hecho, tiene relaciones muy
cordiales. Al respecto, puede añadirse que se anunció que el “Tren Maya”
permitiría emplear una amplia mano de obra centroamericana (al igual que otras
inversiones realizadas en el sur del país), lo que significa que los
megaproyectos del actual gobierno tienen una clara función de
contención de los flujos migratorios hacia los Estados Unidos[10].
De cierta manera, Trump tiene razón en insistir que los mexicanos terminarán
por pagar el muro, el cual bien podría no estar en donde se pensaba.
Es probable que también tenga un peso notable la lección de los llamados
gobiernos progresistas de América latina en los últimos quince años, en
especial en Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador. Aunque algunos elementos
positivos puntuales pudieran reconocerse, dos constantes de gran importancia
han podido ser identificadas: por un lado, un debilitamiento de los movimientos
sociales, y en especial de los movimientos indígenas, a través de la
cooptación, la pérdida de autonomía, la división y la auto-censura (para no
hacerle el juego a la derecha o a la extrema-derecha); por el otro lado, un
avance sin precedente del frente de mercantilización, a través de los
megaproyectos, el extractivismo, el agro-negocio basado en los transgénicos,
los despojos de tierra, la destrucción de los modos de vida insuficientemente
moldeados por las relaciones sociales capitalistas, etc. En síntesis, el
“progresismo” ha sido, por lo menos temporalmente, una de las modalidades
políticas más eficientes para hacer más fuerte a la hidra capitalista y
satisfacer sus apetitos insaciables.
En vez de esperar que políticas del mismo índole
produzcan poco a poco sus efectos mortíferos (y, probablemente, que llegue la
experiencia de una desilusión cuya siguiente etapa parece ser, por lo que
indican los ejemplos argentinos y brasileños, el retorno al ultra-liberalismo o
el deslice hacia la extrema derecha), los zapatistas prefirieron tomar la
delantera. Por eso, desafían el nuevo poder, obligándolo a elegir entre dos de
sus compromisos solemnes (llevar a cabo los grandes proyectos anunciados; nunca
reprimir al pueblo mexicano). También obligan a todos y todas, en especial en
los movimientos sociales y las luchas indígenas, a elegir su bando. Sobre todo,
se preparan para defender lo que han ido construyendo desde hace un cuarto de
siglo: una experiencia de autonomía rebelde cuyo alcance y cuya radicalidad
tienen pocos equivalentes en el mundo.
¿Y
nosotros? ¿Vamos a dejar que esta experiencia resulte amenazada y quizás atacada?
De hecho, este riesgo se intensifica en el momento en que el Kurdistán sirio
resulta también gravemente amenazado por el anunciado retiro de Estados Unidos
y el pacto tácito entre Erdogan y Trump. Tal como lo escribió un amigo
argentino, sin el zapatismo (y podemos añadir, sin el confederalismo
democrático del Rojava), el mundo sería mucho más horrible de lo que es
ahora[11].
Jérôme Baschet
[1] Nombre de los
centros político-culturales de cada una de las cinco grandes zonas autónomas,
en donde se ubican las Juntas de buen gobierno y se realizan las principales
actividades y encuentros zapatistas.
[3] Tomas realizadas
desde un dron pueden verse en la página del EZLN: enlacezapatista.ezln.org.mx/. También:
www.regeneracionradio.org/index.php/autonomia/item/4916-vamos-a-pelear-contra-su-proyecto-de-destruccion-ezln.
[4] Texto en tres partes titulado 300 (en particular:
enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/08/21/300-segunda-parte-un-continente-como-patio-trasero-un-pais-como-cementerio-un-pensamiento-unico-como-programa-de-gobierno-y-una-pequena-muy-pequena-pequenisima-rebeldia-subcomandante-insurgent/).
[5] Desde 2014, el EZLN
y el CNI identificaron en el país 29 “espejos” en donde los proyectos
de infraestructura, autopistas, minería, energía, etc. afectan gravemente
los territorios indígenas: www.congresonacionalindigena.org/.
[6] Luis Hernández
Navarro ofreció una impactante semblanza de A. Romo:
www.jornada.com.mx/2018/08/14/opinion/015a2pol.
[7] “El llamado 'Tren
Maya'”, Ojarasca (suplemento de La Jornada), diciembre de 2018,
p. 4-5.
[8] Los 24 y 25 de
noviembre de 2018, una consulta nacional relativa a 10 proyectos y medidas del
presidente electo ha sido organizada en un tiempo muy corto y sin debate
previo. 950,000 personas participaron en ella (alrededor de 1% del padrón
electoral), con una aprobación de entre 90 y 95%. Sobra decir que dicha
consulta no tiene nada que ver con la que requiere el Convenio 169 de la OIT.
[9] Es decir, el EZLN
tiene el cuidado de no implicar en su decisión a quienes, hasta ahora, han
apoyado la lucha zapatista. Hay que subrayar que el CNI y el CIG emitieron de
inmediato un comunicado en el cual afirman que cualquier agresión en contra de
las comunidades zapatistas se consideraría como una agresión en su contra:
www.congresonacionalindigena.org/2019/01/02/comunicado-del-congreso-nacional-indigena-y-el-concejo-indigena-de-gobierno-por-el-25-aniversario-del-levantamiento-armado-del-ejercito-zapatista-de-liberacion-nacional/.
[10] Después de
su elección, el nuevo presidente mexicano le envió una carta al de Estados
Unidos insistiendo en la necesidad de enfrentar el problema migratorio mediante
un plan de inversión en el sur de México y los países
centro-americanos.
[11] http://comunizar.com.ar/esperanza-zapatismo-la-brizna-establo/.
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