Para mí, el sindicalismo es como el rock: no hay nada más prostituido, corrompido, distorsionado, saqueado, falsificado, plagiado, malinterpretado, vandalizado, duplicado, comercializado, robado, enmierdado, emputecido, humillado, perdido o desaparecido y declarado muerto, pero cuando se toca bien, es uno de los grandes inventos de la era industrial. Con los pocos instrumentos que necesita para existir, cuando se ejecuta por las razones que lo originaron, deja al desnudo su corazón humano, y nada late más contundentemente contra el oceánico poder financiero que está acabando con nosotros y con el planeta que habitamos.
Por
eso, entre otras razones, me preguntó qué van a decir ahora de la teleserie House of Cards los mismos intelectuales y artistas mexicanos
que escribieron en Milenio y que
gorjearon en Twitter contra los maestros sindicalistas, ya sea pronunciándose a
favor de la represión o echándoles la culpa a ellos de su desalojo (¡?),
incluso cantando en redes sociales Que
llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva para que los profesores pasaran
la noche bajo la tormenta en el Zócalo. ¿Serán capaces ellos mismos de decir que
la excelente serie es una “magnífica radiografía del poder” o algo parecido, aunque
lo sea? Porque, en esta historia [union spoiler alert, o como decíamos antes, si
no la has visto, no leas la trama, y menos ésta que es sindicalista], a través del conflicto del sindicato
de maestros en Estados Unidos, lo que en realidad se cuenta es la destrucción
del sistema de educación pública que el capitalismo irremediablemente impone a
través de “sistemas de evaluación” y “reevaluación” aprobados por el Congreso
(sí, los mismos que los perredistas y morenos aprobaron en el Congreso) y escuelas “semiprivadas”, diseñados todos para
acabar sobre todo con su enemigo primordial: el sindicalismo. ¿Qué dirán en la
parte en la que el maquiavélico senador Frank Underwood explica más claro de lo
que ellos querrían que “todo el mundo quiere a los maestros”, y que por ello primero
hay que destrozar sus sindicatos desprestigiándolos, aprobando leyes que los
despojen de su derecho a la negociación colectiva y que impongan reevaluaciones? ¿Cómo reaccionarán cuando vean que el
propio legislador (¡y demócrata!: el equivalente a lopezobradorista que
contrata a Bloomberg y a Giuliani en la ciudad de México) se manda apedrear por
un sicario para que parezcan los maestros “violentos”? ¿Los mismos columnistas
que rugieron contra la CNTE aplaudirán cuando vean en Netflix el odio fabricado
contra los sindicatos, la forma como se logra que aparezcan en televisión
hechos unos estúpidos y violentos; el mismo desprestigio que ellos mismos engendraron?
Apuesto
miles de dólares a que sí. A que les encantará la serie y que no encontrarán
ninguna similitud entre ellos y el horroroso personaje magistralmente
interpretado por Kevin Spacey.
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*Opinión que no aparecería en
la sección cultural de ningún periódico mexicano por no ser de la pluma de una
niña bien portada y becada por el Fonca, como las que salen publicadas en La Jornada Semanal.
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