Supongo que el mayor logro educativo que se puede alcanzar en un grupo de gente que se considera popular y “de izquierda” pero que se comporta de manera populista y antidemocrática, con el típico discurso pseudoprogresista que arguye: “porque yo soy prole soy verborrágico e insultante; no sé escuchar ni quiero aprender a hacerlo, estoy en contra del conocimiento pero me burlo de que Peña Nieto no lee como si yo sí lo hiciera”, y “mi analfabetismo es prueba de que soy genuinamente popular”, es cuando cae en la cuenta de que necesita aprender algo y te pregunta, sin que tú les hayas dicho jamás nada al respecto, qué libro podría leer. Esto está ocurriendo aquí (y, espero, en otras partes del México de allá y de acá), gracias al ejemplo de los estudiantes de Ayotzinapa. Al oírlos hablar y descubrir que ellos están dispuestos a dar la vida por poder estudiar (y no para “hacer carrera y ganar dinero” en el mundo capitalista sino porque la enseñanza es su derecho) un grupo malenseñado por la generación de la delincuente Elba Esther Gordillo está apenas atisbando el valor de la educación autodidacta.
Pero, cuando
llega ese momento y algunos te preguntan receptivamente qué podrían
leer y, obvio, recomiendas para empezar Pedro Páramo, el proceso educativo lo
recibes tú: resulta que el único ejemplar completo gratuito en línea para la
gente pobre es prologado por… Jorge Volpi. Quien les encaja un epígrafe… de
Octavio Paz.
Y es así como la
cultura priista, salinista, delictiva, se transmina a través de los clásicos
desde los preludios de la educación.
Baño de
realidad: hasta los prólogos en nuestro narcopaís son objeto del tráfico de
influencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu lectura y por tu paciencia. Los comentarios para los apuntes que tengan más de dos días requieren moderación.