domingo, 17 de mayo de 2020

Fin de semana entre lo feminista y lo humanista


►Este viernes, el estreno en Netflix de la película Rencor tatuado del maestro Julián Hernández cuya historia y guion tuve el honor de escribir —un film noir sobre mujeres violadas en la CDMX— coincidió tristemente con la declaración más audaz del Presidente en contra del feminismo: que el 90% de las llamadas al 911 relacionadas con violencia a la mujer son falsas. Su afirmación fue desmentida de inmediato con pruebas (las llamadas falsas ni siquiera son tomadas en cuenta por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública al hacer los reportes, que es en lo que se basan los periodistas), pero iba acompañada de una sentencia con la que el feminismo se ha enfrentado desde el siglo pasado y el antepasado: que él no es «feminista» sino «humanista». Con lo cual, un fuerte aplauso de machos y mujeres machistas recorrió a México.
►Me recordó lo que pasó en Estados Unidos, cuando realmente cobró fuerza por todo el país el movimiento Black Lives Matter (Las Vidas de Raza Negra Importan): rápidamente intervinieron los «humanistas» en defensa de «todas las razas; no sólo las de los negros». Estas afirmaciones que surgen en cuanto un grupo marginado y explotado reivindica sus derechos no son «humanistas», puesto que lo que quieren es que se callen los negros y las mujeres. Tampoco son nuevas, para nada. Pregúntenles a las nietas de las primeras sufragistas del siglo pasado. El «humanista» Presidente quiere que se diga que su Gobierno es un éxito, aunque eso requiera callar a las mujeres atacadas. Fue la declaración más audaz porque inventó una estadística y, añadió que «no quiere que lo vayan a malinterpretar», y que «no quiere decir que no exista la violencia contra las mujeres», cuando lo que quiere decir es eso: que la gran mayoría de la violencia es un invento de mujeres. 

►También este fin de semana que terminé varios encargos en el encierro leí en francés El consentimiento de Vanessa Springora, que, aunque todavía no se publica en español, ya se comenta, pues cuenta la relación que la autora tuvo a los 13 años con un hombre de 49, con el consentimiento de su mamá, porque además era famosísimo y todopoderoso,  por lo que la policía, lejos de investigarlo, le pedía autógrafos (¿a quién me recuerda en México…? ¿A quién? Mmmm… No sé, se pregunta una R del recuerdo, o una G de Gloria Trevi, y así). Ana Fornaro en la publicación argentina Página12 explica: «En 1977, muchos intelectuales y escritores franceses pidieron públicamente por la liberación de tres hombres acusados de pedofilia. El redactor de la carta era Gabriel Matzneff, escritor entonces conocido, provocador y brillante. Hoy ya los franceses no lo recuerdan mucho pero la publicación de El consentimiento (aun sin traducción al castellano), de la editora Vanessa Springora, abrió la caja de Pandora de la pedofilia y su frecuente apología entre cierta elite artística e intelectual de su país. Ella cuenta su relación con Matzneff, cuando él tenía 49 años y ella 13. Ahora es el tiempo del debate con el brusco cambio que el tema del consentimiento en general ha cobrado en todo el mundo con el impulso feminista, que aún encuentra muchas resistencias en Francia, sobre todo cuando algunos creen que toma parámetros norteamericanos».
Vale más la pena leer el libro que las notas descriptivas, como siempre. Sólo apuntaré varios datos que me parecen significativos y cualidades que sé que serán omitidas en las reseñas: la autora no hace una denuncia descontextualizada. Entiende muy bien que, además de haber sido víctima de un depredador sexual, fue víctima de una época. Y entiende que esa época de la Primavera Francesa y del «prohibido prohibir» fue a su vez, respuesta a la que la precedió. No se limita a decir «no quiero que se me malinterprete», como hacen otros; leerla es seguir la narración de una buena escritora que impide que se la malinterprete.
La carta en defensa de la pederastia firmada por intelectuales como Jean-Paul Sartre, Roland Barthes, Gilles Deleuze y, más escandalosamente, Simone de Beauvoir, entre otros nombres famosos, no sólo «tuvo una gran ausencia entre los firmantes que fue Michel Foucault», como dice Ana Fornaro, sino dos: también Marguerite Duras se negó a firmarla.
En un solo párrafo, la autora explica la diferencia entre lo que los firmantes de la carta sublimaban como enamoramiento y lo que realmente es un depredador sexual: «La situación habría sido bien diferente si, a la misma edad [14 años] yo hubiera caído locamente enamorada de un hombre de 50 años que, pese a toda moral, había sucumbido a mi juventud, después de haber tenido relaciones con una cantidad de mujeres de su edad y que, bajo el efecto de un deslumbramiento súbito irresistible, hubiera cedido, por una vez, pero la única, a este amor por una adolescente. Sí; entonces, de acuerdo, en ese caso nuestra pasión extraordinaria habría sido sublime, es cierto, si yo hubiera sido quien lo hubiera empujado a infringir la ley por amor; si, en lugar de eso, G. [Gabriel Matzneff] no hubiera reactuado esta historia cien veces a lo largo de toda su vida». En otra parte, añade: «Yo era quizás la más joven de sus conquistas en París, pero sus libros estaban poblados de otras Lolitas de quince años».



1 comentario:

  1. Qué ganas de leer este libro, más si tú lo recomiendas. Ojalá ya salga en español. Ojalá tú lo traduzcas.

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