Y sí: claro que hay abrazos que no debí haber dado; sonrisas que preferiría no haber dedicado; cartas que quisiera no haber escrito; drogas que no debí haber regalado; dedicatorias que me honraría no haber puesto; pensiones que me gustaría no haber pagado y dinero que no debí haber prestado, pero quien no arriesga la cuchillada en la espalda cuando se queda dormido en los brazos de un amigo, tampoco sabe quién lo quiso. Y pido perdón por no estarlo, pero no estoy de acuerdo con esa lista que recomienda “no dar dinero para no perder ni un amigo”. Yo sugiero lo contrario: no empobrezcan su espíritu pensando así. Préstale a quien no tiene, abraza, besa. Si el besado se convierte en sapo, tu única responsabilidad es no ser su charco.
Claro
que agradeceré que cotejes conmigo antes de creerle a quien te diga que somos
amiguísimos, que le escribo diario, o que ayer cenamos juntos, que tiene las
llaves de mi casa y que tanto lo quiero que le presté mi cobija (quizás se la
robó sin yo fijarme), pero de traiciones también se aprende.
Tengo
la opción de pensar que Eve Gil no era tan mal intencionada cuando me pidió
trabajo solicitándome un anticipo por su colaboración (mismo que le envié por
Western Union), cobró y nunca entregó. Yo le había encargado un tratado sobre
la cursilería, a pesar de ser becaria del Fonca. Por su alianza posterior con
Elena Poniatowska puedo pensar que desde
un principio sólo estaba averiguando qué tan rápido pago y por qué medio desde
Estados Unidos, para pasarle la información. Es cierto que Poniatowska (o Pejetowska,
como ahora se le dice), manda a sus feligresas a hacer cosas así de perversas.
Pero también puedo pensar que no, que no lo hizo de manera tan planeada, y
puedo recordar que cuando la conocí en
la red era una muchacha bien intencionada, con curiosidad e interés en el
movimiento feminista, y que en verdad su corriente cursilona se identifica más
con sus pares, y que por eso nunca pudo terminar de escribirme el artículo que
me prometió. Que es más bien lo que ocurrió después —su cercanía con las
mafias—, el factor que la ha transformado, ahora sí, en una colectora de
oportunidades y nombres. Me consta que la amistad de la Poniatowska empequeñece
a la gente y hace a las almas mezquinas. Ha sucedido eso ya muchas veces y es
así como pudo haber pasado en esta ocasión también.
Se
extiende el dinero para no quedarse con menos de lo que se es.
Me da tanto miedo la avaricia que prefiero la
bancarrota.
Que los besos traicionados no nos impidan dar más.
(Noviembre de 2009)
Octubre de 2015:
Hace poco, la escritora Eve Gil me pidió agregarse a mi lista de contertulios de Facebook, pero no le gustó leerme y en seguida arremetió con un texto en el que califica a los ateos de “fanáticos e ignorantes” y defiende al Fonca. Justifica esto a la manera de “consejos para su hija”, con el manto de santidad o inefabilidad que se cree que debe cubrir a toda mujer que es madre.
Qué maraña de
confusiones conceptuales, Eve. Sigues igual de enredada. ¿Los “ateos” son
“fanáticos e incultos”? ¿En verdad te parece que Neil DeGrass Tyson, quien
despliega una labor de difusión científica portentosa, es “fanático e inculto”
por ser ateo? (Consultar, por favor, este enlace, primero, y además leer bien, Ecce homo, o aunque sea un resumen facilito antes de decirle a tu hija que Nietzche era panteísta.)
Y luego hablamos del
publirrelacionismo con el que, sin duda, te darán otro apoyo más del Fonca, ¡no
lo dudes! Pero ése es el problema, Eve: es un sistema que sólo depende de a
quién conoces. Si hubiera un mecanismo transparente donde las decisiones se
tomaran por méritos literarios y condición socioeconómica, ni siquiera estaría
permitido incluir los nombres de los padrinos (que, en tu caso, fueron, como tú
misma señalas, Rafael Ramírez Heredia y Óscar de la Borbolla). No es tu culpa,
es culpa del sistema, pero tú lo alimentas fomentando y justificando lo
imperdonable: 25 años de infamias, como diría la estupenda periodista de cultura
Carmen García Bermejo.
Eso me pasa por leerla con atención. Debería aprender a Óscar de la Borbolla (su padrino por referencia), y a todos sus amigos, que ni la leen, ni dialogan con ella; se limitan a elogiarla.
No siempre fue así, y en el año 2003 ella no me consideraba ni "amargada" ni "insultante". De hecho, le gustaban mis libros, o por lo menos éste al que aquí se refiere:
Ja , ja. Síii, mejor ni leerla. Eso te pasa por leer bien.
ResponderEliminar¡Vaya confesión! Una joya del lodazal cultural de México: "Siento que hay algo..."
ResponderEliminarEstoy segura de que ya ni se acuerda de que nunca me pagó el dinero que le envié por Western Union en un momento difícil para ella y sin conocerla (nunca la he visto en persona, ni siquiera vía Skype). Creo que la memoria de coladera de Poniatowska se contagia en cuanto las toca con su inmenso poder.
EliminarMalú, pobrecita, estás muy enfermita. Busca un psiquiatra, urgente. Ciao. Besitos.
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