"Es más difícil digerir trofeos que digerir turrones", asegura un escritor mexicano al que, con trampas, un amigo protector suyo -según confesó éste en un lapsus editus- le regaló un premio internacional de novela.
Pues si el turrón está tan podrido como los trofeos que él se gana, debe ser dificilísimo, añado yo.
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