sábado, 1 de enero de 2011

Al Fonca, en su cumpleaños

Vivir con una parte del corazón curada por los manjares de la amistad. Flotar dulcemente sobre el cementerio del anonimato del que huiste como de una gripe mortal. Saber que el fin de mes te pasea en lancha, y el siguiente, también. Formar parte del único fondo del mundo para la cultura y las artes que se tardó diez años en tener un código de conducta ética para los jurados y que nunca condicionó el pago a los becarios a que entregaran algo (ya no se diga “algo bueno”, sino algo).
Decir: “Soy artista” y serlo. Ser elogiado sin conocer la crítica, ser incluido; ser invitado escribas lo que escribas, gastes lo que gastes, milagrosamente calificado de perfecto. Disentir de algo cuando ya no importe, protegido por el condón de la extemporaneidad. Contar con una corte de reseñistas también becados, que trabajan en periódicos también subvencionados. Refrendar tu voto de confianza en ti mismo cada dos años con una nueva beca que te dan por el sólo hecho de haber recibido la primera. Dejar que pasen los años descalificando a los críticos con el epíteto de que “no son buenos escritores” o “no saben nada de arte” (hace veinte años no se usaba decir que “le están haciendo el juego a la derecha”, actividad que, según la moda de aquel entonces, estaba bien vista). Olvidar el mapa de la cueva donde unas pinturas rupestres cuentan por qué se creo un fondo así tan peculiar, tan gratuito, único en el mundo, capaz de formar varias generaciones de individuos a los que los convencieron diciéndoles que ser “creador” es lo mismo que ser “becario”.
Y despertar un día, más feliz incluso que antes, cuando importaba lo del mapa y lo del origen; lo de la cueva, las pinturas, el cofre secreto y los piratas que sí sabían quién eras. Despertar con la grata noticia de que los piratas se murieron de viejos y no están para contarlo. De que los grabados se fueron cubriendo de arena, hasta que deshilacharon los manteles largos, se acabó la seriedad, y ya casi nadie se tapa la cara para decir que sólo está esperando que entre la próxima camada de amigos dictaminadores para ganarse su mensualidad. La gente se volvió más pragmática, o siempre lo fue pero ahora siquiera no tiene que disimular. Quizás vendiste demasiadas sotanas y tu iglesia se vació de fe. En todo caso, se acabó la solemnidad. Entramos a la era de la tolerancia: ni todos los becarios son bribones ni todos los bribones son artistas.
Como quiera que sea, tanto por aquella época en que había que engañar con rostro adusto, como en los preludios de una menos simulada, vaya esta tarjeta de cumpleaños desde Nueva York para el Fonca, fumando el humo de la memoria que todos vemos desvanecerse.  
Al modelo de creador foncario envío fotografías de dos distintas etapas de su vida: una corresponde a sus albores y la otra a su período intermedio. La primera es la carta y el fragmento de un proyecto de beca que ganó, otorgado a Claudia la Cineasta:

“No he dormido porque ayer se vencía la convocatoria del Sistema Nacional de Creadores, y [...] decidí que tenía que meter la solicitud. Imagínate: 10,000 pesos mensuales por tres años. ¿Puede haber algo mejor? Pero mi repentina decisión fue una pesadilla porque te pedían de todo. Te mando aquí mi proyecto específico. Éste lo escribí ya a la 1 p.m.
Proyecto específico: Sería muy poco honesto de mi parte pretender sacarme de la manga un proyecto específico para los próximos tres años. [...] Soy honesta al pedir este apoyo porque no tolero mi forma de sobrevivir trabajando en comerciales para la televisión. Tengo oficio para ganarme la vida, pero cada vez menos paciencia. [...] Me robo horas en las madrugadas para realizar mi trabajo; al día siguiente llego con enormes ojeras a algún llamado infecto de Pepsi Cola y me siento una fracasada total.  Soy honesta al decir que los próximos 3 años no voy a dejar de explorar el mundo con mi cámara. Mi proyecto específico es no quedarme ciega.

La segunda fotografía que te mando es de otra de tus foncarias recurrentes. Con dinero del erario, se refritea sola y mete frases de sus propios cuentos (becados) en una novela también becada —en la que se notan los parches debido a la incoherencia de sus personajes—, y publicada por Alfaguara, no se sabe si porque no se le ocurrió nada o le dio flojera escribir todo un libro:
Cuento:  “’Quiero tu pubis de niña’, dijo mi hombre mientras conducía el auto que nos llevaría esa noche hasta su casa. Después de recogerme en el aeropuerto se había dirigido a un restaurante donde cenamos sonrientes y silenciosos [...]”
Novela: “’Quiero tu pubis de niña’, murmuró y Paula repitió que no pero ya sin vehemencia, con la imagen de sí misma otra vez adolescente [...]”

En ambos ejemplos, que distan mucho en tiempo, es posible observar el riguroso criterio de selección aplicado por los jurados para otorgar jugosas cantidades de dinero, su sentido de responsabilidad hacia el público que va a presenciar o a leer la obra, y su contribución a la cultura y las artes de México. Felicidades, Fonca, por tus veinte años de producir estos ejemplos.
                                                                               Malú Huacuja del Toro.
Periódico El Financiero, extinta sección cultural, diciembre de 2009

2 comentarios:

  1. Chales, esa cosa tiene sólno un año menos que yo, y tan corrupta y amiguera como me imaginé :-(

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  2. Qué triste! Tal como me temía el fondo :-( y tenemos casi la misma edad exactamente.

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