Un robot mexicano
premiado por la NASA,
hecho con educación pública
Por Malú Huacuja del Toro
El Equipo UNAM
Space, un grupo de estudiantes de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, ganó un premio máximo del concurso NASA Sample Return Robot Challenge 2016*, según se
anunció este 5 de octubre de 2016. Bromeando, algunos periódicos y medios de
comunicación han criticado la campaña de Trump contra los mexicanos mencionando
este logro extraordinario.
“Los admiradores de Donald Trump ya pueden
empezar a sacarse de onda: los mexicanos están invadiendo el programa espacial
norteamericano”, dijo un columnista de remezcla.com. Es ciertamente irónico
que Ana Buenrostro, Érik Gutiérrez, Genaro Marcos, Bryan Pérez, Luis Gerardo
Gutiérrez, Yessica Reyes, Eduardo Solís y Luis Ángel Castellanos de la UNAM y
César Augusto Serrano del IP hayan recibido el Premio Hans von Mulan de la NASA
y el Instituto Politécnico Worcester
precisamente en el año en que un magnate norteamericano ha ganado la
nominación presidencial republicana, en parte, gracias a que impulsó su campaña
insultando a los mexicanos.
Sin embargo, la ironía va mucho más allá de
la narrativa de campaña presidencial al estilo de “los marcianos nos invaden” y
de un robot mexicano capaz de realizar tareas parecidas a las del Curiosity en Marte.
Estos estudiantes de las carreras de
computación, ingeniería electrónica y mecánica industrial que comenzaron a
construir su robot en 2012, estudiaron en una universidad pública (no
semipública ni parcialmente subvencionada, que es la única forma que se conoce
ya en Estados Unidos). Eso significa que
no tienen préstamos estudiantiles que pagar. No llegarán a la edad para
jubilarse con una deuda universitaria pendiente que tienen que remunerar, como sí
es el caso de mucha gente en EEUU.
Su colegiatura es completamente gratis
dentro de un sistema capitalista. Sus excelentes maestros en una de las mejores
universidades del mundo —la más grande de América Latina— no les costaron ni un
centavo, y la mayoría de los estudiantes proviene también de escuelas públicas
primarias y secundarias.
Eso no significa que su colegiatura
gratuita no tuvo absolutamente ningún precio para nadie. Como dice el muy respetado
historiador mexicano Alfredo López Austin durante su discurso magistral al
inaugurar la carrera de Antropología en agosto de este año, “la gratuidad de la
educación significa muchas cosas. No simplemente no cobrar a los que entran. Es
ver en la educación algo que no es una mercancía. Es algo que debe pertenecer a
todos, y es algo que paga el pueblo, no el gobierno. Pero, sobre todo, al
repartir el conocimiento con todos, la educación pública nos compromete”.
A muchos maestros
de la UNAM como él les llevó más de una década llegar a reconocerlo, pero al final de las cuentas algunos
lo hicieron. Si los ganadores del concurso Sample Return Robot Challenge 2016
pudieron estudiar independientemente de cuál sea el ingreso mensual de sus
padres, de su situación financiera, de su clase social, su raza o su religión
(factores todos que influyen en el acceso a las universidades privadas), eso no
sólo se debe a que son brillantes y disciplinados, sino también gracias a que sus
predecesores sí pagaron el precio de mantener el carácter público de la UNAM.
Algunos de ellos —más de 600— estuvieron
dispuestos a ir a la cárcel y confrontar a maestros eméritos tan renombrados
como el propio López Austin durante la huelga más larga (del 20 de abril
de 1999 al 7 de febrero de 2000) y más intensamente difamada con el cierre de
las instalaciones universitarias, sólo para impedir que el Consejo Universitario
impusiera a los estudiantes el pago de una cuota baja, lo que en el idioma
privatizador se traduce en “nosotros te invitamos gratis el primer mes,
solamente para imponerte aumentos de intereses galopantes por el resto de tu
vida”, como hacen las tarjetas de crédito.
Muchos estudiantes de bajos ingresos
supieron eso y se negaron a pactar el truco de “solamente una cuota baja”. Por
ello emprendieron una batalla muy desigual al final del milenio, recibiendo el año 2000 en las guardias de huelga. Como decía una de sus
emblemáticas mantas, Cerramos hoy la UNAM para que mañana se abra para todos. Su lucha contra las reformas privatizadoras del
gobierno no contaba con los recursos del activismo en redes sociales en aquel momento
pero estaba destinada a beneficiar a las generaciones mexicanas del nuevo
milenio, mientras que sus contrapartes en universidades norteamericanas
privadas especializadas, sin educación integral, enfrentan ahora préstamos que
a algunos de ellos les llevará décadas terminar de pagar.
Era muchísimo lo que había en juego en
aquella lucha de transición entre la era analógica y digital. Rindió grandes
frutos, pero también enfrentó nuevos enemigos y nuevas formas de ataque. Al
igual que todos los demás movimientos estudiantiles en defensa de la educación
pública en la historia de México, éste se vio con infiltrados de la policía,
tácticas de espionaje para dividir al movimiento, campañas de calumnias del
sector empresarial y sacerdotes de la Iglesia Católica prometiendo que quienes
apoyaran la huelga se irían al infierno. Eso no era nuevo. Pero, a diferencia
de cualquier otro, estos estudiantes debieron enfrentar una forma inédita
de “fuego amigo”: la de las generaciones pasadas. Los legendarios dirigentes
del 68 que sobrevivieron la mal afamada masacre del 2 de octubre eran ahora
funcionarios públicos, jefes de información de los periódicos, miembros de las
mesas directivas de las editoriales, columnistas famosos e intelectuales
galardonados que querían mantener sus asientos en el Congreso o en las mesas
directivas editoriales haciendo un trato en corto con el gobierno y siendo “los
heroicos” que lograran poner fin a la huelga. Estos herederos del 68 tenían en
sus manos los medios de comunicación progresistas para retratar como “buenos y
moderados” a los estudiantes que quisieran hacer concesiones, mientras que que
los huelguistas no eran nada mejor que unos “infiltrados”, “irracionales”,
“violentos” y temibles chavos que habían secuestrado las instalaciones para
destruirlas. Hasta su sobrenombre era amenazador: “los ultras” en contra de
“los moderados”, como si la defensa de la educación universitaria para todos
fuera la cosa más sectaria que se pueda hacer.
Cuando los huelguistas se negaron a aceptar
una propuesta inverosímil de un “aumento voluntario”, las notas diarias comenzaron a describirlos como a unos indolentes invasores que no querían
exámenes más rigurosos. La prensa
norteamericana publicaba como “imágenes capturadas desde dentro” fotografías de
basura y ratas que podían haber sido tomadas en cualquier tiradero. Aún ahora,
más de una década después, una película premiada en Cannes (Güeros, que quiere decir “rubios” y que
defiende a la gente rubia: no es broma), los retrata en hogueras dionisíacas y
arruinando la investigación científica al cerrar los laboratorios (lo cual no
fue cierto, pues los huelguistas permitieron el acceso a los laboratorios para
que los estudiantes de ciencias pudieran continuar sus experimentos).
El “tiro de gracia” contra su imagen de
movimiento estudiantil legítimo provino de periodistas, académicos y escritores
frecuentemente asociados al periódico progresista La Jornada, o miembros de su mesa directiva, cuya reputación los
precedía como emblemáticos defensores del movimiento estudiantil del 68, como
Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis. No solamente se sumaron a la campaña de
calumnias contra los huelguistas sino que firmaron una carta pidiendo el
ingreso de las fuerzas del orden a las instalaciones y el arresto de los
estudiantes. Sin embargo, aquellos líderes que fueron llamados “moderados” son
ahora funcionarios públicos, y uno de ellos, Carlos Ímaz, estuvo implicado en
un muy conocido videoescándalo de corrupción.
¿Dónde están ahora los “ultras” tenaces y
temibles que hicieron posible la educación pública durante otros más de 15
años? ¿Valió los resultados el tiempo que pasaron en prisión? La ex estudiante
de Letras Hispánicas, Guadalupe Lezama, quien fue arrestada durante la huelga,
tiene una hija que acaba de ser aceptada en el sistema escolar preparatorio a
la UNAM. Zara, de 14 años, que acaba de pasar su examen, a menudo es llamada
por su madre “la hija de la huelga”.
“Nunca fui privilegiada —explica al ser
entrevistada para CounterPunch—.
Nunca fui hija de papi, nadie de mi familia estuvo en el 68 y después militó en
el PRD ‘de izquierda’. Soy de los resentidos, a los que nos echan las sobras y
ahí las dejamos, de los que no entramos en su canon de comportamiento, de los
que no podíamos comprar los libros y ahí estábamos, dándole mal aspecto a la
Universidad. Así nos presentaban los medios de comunicación. Después de 10
meses sin dormir bien, sin comer bien, con la moral destruida, cualquiera se
lumpeniza, nos llevaron al límite, a los 10 meses de lucha, no nos importaba
morirnos ahí por un ideal. ¿Qué
esperaban? ¿Que oliéramos a Channel?
Guadalupe Lezama con "la hija de la huelga". |
—Muchos
maestros, específicamente de tu Facultad, los retrataban como obtusos, ridículos
y peligrosos. Incluso escribieron libros para burlarse de ustedes. ¿A los
estudiantes de Letras no les daba miedo que sus maestros tomaran represalias y
que pensaran todo eso de ustedes después de la huelga?
— Eso lo pensaban desde antes de la huelga,
yo recuerdo su discriminación en la Facultad, recuerdo sus regaños por no tener
los libros, su mirada ante la ropa humilde… No hace falta una huelga para saber
todo eso.
—¿Y
los famosos intelectuales que podrían ser un obstáculo para ustedes en el
futuro, especialmente para los estudiantes de Letras?
—A los huelguistas no nos daba miedo su
opinión. De hecho, en una entrevista con conferencia telefónica con ellos, Monsiváis,
soltó su discurso sobre por qué éramos una peste, en vivo, en una entrevista en
la XEW. Yo estaba ahí, le reviré; él me insultó mucho y colgó. Ese día, yo gané
el debate.
Guadalupe fue arrestada el 11 de diciembre,
durante la protesta de los huelguistas por la liberación de Mumia Abu Jamal. “Nos
acusaron ilegalmente de motín y nos mandaron al Reclusorio Norte por
presuntamente haber roto un escudo y una bota de un granadero. Gracias Gracias
a los abogados del CGH y la movilización y boteo de los compañeros, salimos a
los cinco días”.
Dieciséis años más tarde, ex miembros del
CGH y ex estudiantes de Derechos como el ahora abogado Jorge Miranda, de 35
años, cumplen ahora una función crucial en la liberación de los presos
políticos injustamente condenados en la Ciudad de México. Miranda pertenece a
la Liga de Abogados Primero de Diciembre (en honor a la fecha de la protesta
por la que se fundó, que ha logrado con éxito defender y liberar a presos
políticos como los estudiantes que habían sido condenados por protestar contra
la ceremonia de toma de posesión del presidente Peña Nieto y a los dirigentes
sociales de San Bartolo Ameyalco que lucharon contra la construcción de un
sistema hidráulico para los privilegiados (mientras que ellos no tienen agua
corriente).
“La historia nos ha dado la razón, es una
verdad innegable que, gracias al Consejo General de Huelga, hasta el
universitario más reaccionario ha podido
estudiar de manera gratuita la Universidad y tener una mejor calidad de vida
—informó Miranda a CounterPunch—. La mayoría de nuestros detractores se ha
tenido que guardar sus palabras y amenazas, pues la generación de la huelga
está enfrentando y resolviendo muchos de los problemas que genera el terrorismo
de Estado y el capitalismo en nuestro país.
La Liga de Abogados de Miranda acaba de
ganar una gran victoria en el terreno legal para los presos políticos, después
de que el Tribunal Supremo dictaminó que es “inconstitucional” el nuevo
Artículo 362 sobre “ataques a la paz pública” para la Ciudad de México y por tanto
debe ser anulado.
—Fue un esfuerzo colectivo, no nada más mío
—explica Miranda—. Por vez primera en la historia de México, por medio del
juicio de amparo, se allana el camino para prohibir estigmatizar y criminalizar la protesta
social. Esta ley fue propuesta por el ex
jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador y aplicada en su momento por sus
sucesores Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. Dicho artículo que fue
declarado inconstitucional por el Máximo Tribunal en México, contenía elementos
normativos que no definían con claridad los conceptos de "violencia”,
“violencia extrema” y “paz pública”, dejando al arbitrio de interpretación de
las y los operadores de justicia en turno su aplicación indiscriminada. La
ambigüedad del delito permitía que la autoridades pudieran imputar dicho delito
a toda persona que se manifestara en la capital del país; enviando un mensaje
disuasivo a la población sobre el "riesgo que implica participar en
actividades políticas o manifestaciones", generando con ello, violaciones
a la libertad de expresión.
“Nosotros ayudamos legalmente a los presos
políticos sin contraprestación, pues es una manera de regresarle a la gente el
apoyo que nos dieron en la huelga de diez meses, ya que la Universidad se
sostiene de recursos públicos, que pagan los mexicanos.”
Si alguien considera “radical” esa clase de
asistencia, Miranda diría que es importante recordar dónde terminaron
trabajando los “moderados” ahora.
—Están en puestos de bajo nivel y medios —explica—.
Fueron premiados por
su función oportunista, divisionista
y de esquirolaje por los partidos de falsa
izquierda de entonces y ahora como el PRD y Morena. Algunos de ellos
son también académicos y siguen trabajando para el desmantelamiento de la educación
pública en la UNAM. Tuvieron
sus cuadros incrustados en el fallido movimiento Yosoy132; quienes de manera antidemocrática forzaron a estos
nuevos grupos de estudiantes a proscribir
el legado del CGH. Es un legado por el que aprendimos distintas formas de
pensamiento y de organizarnos. Para mí fue leer a todo tipo de autores, conocer
y vivir los procesos de conversión del Estado mexicano al fascismo, del uso de
los medios de comunicación y de paramilitares para fortalecer al terrorismo de
Estado, acentuar la intervención de los E.E.U.U. en México y aplicar las
políticas del FMI y del Banco Mundial, todo con el fin de convertir a México en
un país maquilador. ♦
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*Reitero que se trata del Premio Hans von Mulan a Mejor Equipo, otorgado por la NASA y el Instituto Politécnico Worcester. Lo aclaro porque me escribieron de la NASA, donde al parecer no están muy contentos de que haya destacado el hecho de que la UNAM es una universidad pública gratuita y —sobre todo— el porqué. Disfrazando de «corrección» algo que no lo era, trataron de minimizar la importancia del galardón porque me atreví a subrayar que el nivel de los ganadores se equipara con los de universidades privadas en Estados Unidos. Me indicaron que los equipos de la UNAM han tratado de competir otras veces y han perdido (no miento: eso pusieron). Les expliqué que para eso son los concursos y por eso el suyo se llama acertadamente Challenge (reto), y que, según tengo entendido, el principio fundamental de la ciencia es, en efecto, intentar muchas veces algo con distintas variantes hasta acertar (creo que se llama «ensayo y error»). Me pusieron los nombres de todos los anteriores ganadores. De todas formas les dije que si no ganaron el premio que ganaron en el año que anuncié (Premio Hans von Mulan a Mejor Equipo 2016, otorgado por la NASA y el Instituto Politécnico Worcester, tal como puse ahí desde la versión original en inglés: información que tomé no sólo de uno sino de cinco medios distintos), que me avisen y que con gusto les pido a mis editores que hagan la corrección, pues no querría proporcionar información falsa. Ya no me contestaron. Sigo esperando respuesta.
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*Reitero que se trata del Premio Hans von Mulan a Mejor Equipo, otorgado por la NASA y el Instituto Politécnico Worcester. Lo aclaro porque me escribieron de la NASA, donde al parecer no están muy contentos de que haya destacado el hecho de que la UNAM es una universidad pública gratuita y —sobre todo— el porqué. Disfrazando de «corrección» algo que no lo era, trataron de minimizar la importancia del galardón porque me atreví a subrayar que el nivel de los ganadores se equipara con los de universidades privadas en Estados Unidos. Me indicaron que los equipos de la UNAM han tratado de competir otras veces y han perdido (no miento: eso pusieron). Les expliqué que para eso son los concursos y por eso el suyo se llama acertadamente Challenge (reto), y que, según tengo entendido, el principio fundamental de la ciencia es, en efecto, intentar muchas veces algo con distintas variantes hasta acertar (creo que se llama «ensayo y error»). Me pusieron los nombres de todos los anteriores ganadores. De todas formas les dije que si no ganaron el premio que ganaron en el año que anuncié (Premio Hans von Mulan a Mejor Equipo 2016, otorgado por la NASA y el Instituto Politécnico Worcester, tal como puse ahí desde la versión original en inglés: información que tomé no sólo de uno sino de cinco medios distintos), que me avisen y que con gusto les pido a mis editores que hagan la corrección, pues no querría proporcionar información falsa. Ya no me contestaron. Sigo esperando respuesta.