miércoles, 24 de abril de 2019

Hombres en mi vida



Desde que AMLO es Presidente, agradezco todos los días de mi existencia no haber liado mi vida a la de un lacayo suyo que ahora es gobierno, que trabaja en su órgano de propaganda
(pasquín desde hace mucho), que da conferencias y que usa su gran poderío mediático para engañar a la gente con maromas mentales a favor de lo indefendible, atacando, además, al “poder mediático” como si él no formara parte de él… Como si no hubiera sido precursor de los trolls que mandan cartas anónimas a los periódicos y noticias falsas para confundir a la población (yo lo vi a él y a su equipo hacer eso, y fue una de las razones por las que me alejé). Tantos años de psicoanálisis y doctrina marxista para acabar defendiendo las alianzas con un lavador de dinero de Pinochet y con el supremacista blanco, misógino Donald Trump…  Actualmente es jefe de propaganda que, en este año 2019, va a manejar 400 millones de pesos de Morena para adoctrinar a futuros golpeadores anónimos en las redes virtuales y en las calles. ¿Para eso formar una familia…? Ahora lo veo con su secretaria-sirvienta-esposa, que todo lo justifica, y con sus hijas mal educadas en el romo-lopezobradorismo, y agradezco a la mujer joven que fui, que supo interrumpir su embarazo e irse a tiempo de tan indigno destino.
     En cambio, me casé con un hombre valiente y rebelde que sabe muy bien quién es Donald Trump (su Presidente, no por elección), que jamás justificaría hacer negocios con él, que no llamaría “conservadores” a los defensores de la tierra y el agua, contra la termoeléctrica y demás proyectos depredadores del gobierno que implanta el pasado, que está con el futuro que supo ver el líder comunitario Samir Flores, porque sabe que sus seguidores son quienes están del lado correcto de la historia, y que está en contra del gobierno del gran capital embozado.
    Quédate con quien te mire como mi marido me ha visto todos los días durante veinte años, no como el criado con el que anduve antes, el que ve a López Obrador con los ojos de adoración que debería destinar a su pobre mujer.


Pintura titlada Heart Land, de Megan Duncanson

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