viernes, 9 de enero de 2015

"¿Qué dices cuando no tienes nada qué decir?": Diana Johnstone desde Francia

"Yo soy Charlie y soy blanco,
no soy inmigrante"
El ataque al semanario humorístico francés Charlie Hebdo ha logrado polarizar opiniones inducidas por los medios de desinformación. En México dan su más sentido pésame algunos intelectuales y moneros que han guardado silencio ante los asesinatos impunes de los periodistas acudiendo a las ferias de libros y festivales culturales invitados por los narcogobernadores que los perpetran (ya quisiéramos ver qué pasaría si un grupo de renombrados intelectuales celebrara ahora en París su feria del libro en el Pompidou haciendo caso omiso de los doce asesinados y la prensa sólo cubriera las declaraciones de los invitados al festival como Yoani Sánchez, Margo Glantz o Elena Poniatowska sobre sus propios libros). Mientras tanto, como puede observarse a través de las redes sociales,  por todo el mundo los fundamentalistas de ambas tendencias agitan sus manantiales de odio… Pero no en los sectores combativos y progresistas de Estados Unidos, tras la amarga Navidad que el racismo les hizo pasar, y que por solidaridad hacia sus prójimos han estado peleando batallas no sólo en las calles sino también discursivas, bajo el feroz ataque de una distorsión conceptual mediática, fomentada por el sospechoso asesinato de dos policías neoyorquinos y la insumisión de la policía ante su alcalde (quien tiene un hijo negro).
Por todo ello, para salvarse del esquematismo provocado por los medios de paga, y ante el vacío de verdadera información, con permiso de la autora he traducido para mis lectores este artículo publicado ayer desde París en una de las más prestigiadas revistas de análisis político de Estados Unidos, Counterpunch, sobre este complejo tema pues “en realidad, Charlie Hebdo no era un modelo de libertad de expresión”, nos señala Diana Johnstone (autora del libro Fools’ Crusade: Yugoslavia, NATO, and Western Delusions), y  “ha terminado, como gran parte de la ‘izquierda por los derechos humanos’, defendiendo las guerras dirigidas por EEUU”.
Como dice un activista norteamericano (cuyo nombre omito intencionalmente no porque no lo sepa sino para no meterlo en más problemas en estos turbulentos tiempos neoyorquinos): “No, no es un asunto de religiones, sino de migración. Obligamos a los más pobres de los países subdesarrollados a emigrar, los hacemos vivir en cinturones de miseria, sin ninguna educación, y después nos burlamos de sus religiones y de su cultura desde una condición privilegiada”.  Otra compañera suya recuerda atinadamente que los ataques a la religión musulmana no se consideran “odio racial” pero sí las caricaturas sobre judíos, y menciona  L’affaire Sine de 2009, cuando un caricaturista de la vieja guardia de Charlie Hebdo fue demandado por hacer una broma acerca de la futura boda del hijo de Sarkozy con una heredera judía. “Si es contra los musulmanes es ‘libertad de expresión’. Si es contra los judíos, es motivo de demanda”, señala. Desde México, el periodista Óscar E. Ornelas los secunda: “Di no a Huntington con su choque de civilizaciones. No a las provocaciones de la CIA y el Mossad”.
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Caricaturistas franceses masacrados en París
¿Qué dices cuando no tienes nada qué decir?
Por Diana Johnstone*

* Publicado originalmente por Counterpunch el 7 de enero de 2015 y traducido al español por Malú Huacuja del Toro con permiso de la autora.


París.
¿Qué dices cuando no tienes nada qué decir?
Ése es el dilema que de súbito se impone a los dirigentes políticos y editorialistas de Francia desde que tres hombres armados y enmascarados entraron a las oficinas del semanario humorístico Charlie Hebdo y masacraron a una docena de personas.  
Los asesinos escaparon.
Pero no por mucho tiempo.
Los hombres eran pistoleros bien armados. Charlie Hebdo recibía periódicamente amenazas de muerte desde hacía varios años, cuando publicó caricaturas burlonas del profeta Mahoma. Pero aquella controversia parecía haber quedado ampliamente olvidada; la circulación de ejemplares del semanario había declinado (como la de la prensa en general), y la protección policíaca se había relajado. Los dos policías que quedaban haciendo guardia fueron fácilmente baleados por los pistoleros antes de que se metieran a las oficinas, donde la gente se hallaba en plena junta editorial. Rara vez había presentes al mismo tiempo tantos caricaturistas y escritores. Doce personas fueron masacradas con metralletas y otras once resultaron heridas, algunas gravemente.
Además del caricaturista conocido como Charb (Stéphane Charbonnier, de 47 años), quien era el actual jefe de redacción de la revista, entre las víctimas se hallaban los dos caricaturistas más famosos de Francia: Cabu (Jean Cabut, de 76 años) y Georges Wolinski (de 80 años). Un par de generaciones habían crecido con Cabu y Wolinski, apacibles espejos del sentir de la izquierda francesa.
Al irse, un asesino regresó a rematar a un policía que yacía herido en la calle. Se detuvo a gritar: “¡Hemos vengado al profeta!”. En seguida, se escaparon hacia los suburbios del noreste.
Las multitudes se congregaron espontáneamente en la Plaza de la República de París, no lejos de la estrecha calle donde tenía sus oficinas Charlie Hebdo. Se difundían lemas tan valientes como falsos: “¡Todos somos Charlie!”. Pero no lo son. “¡Charlie vive!” No, no es así. Acaba de ser eliminado casi completamente.
Todos están conmocionados. Ni falta hace decirlo. Éste fue un asesinato a sangre fría; un crimen imperdonable. Tampoco hace falta decir eso, pero todos estarán diciéndolo. Y hay mucho más que todos estarán diciendo, como por ejemplo: “No permitiremos que los extremistas islámicos nos intimiden y nos despojen de nuestra libertad de expresión”, etcétera. Naturalmente, el presidente François Hollande subrayó que Francia está unida contra los asesinos.  Son predecibles las reacciones iniciales ante una atrocidad de este tipo: “¡No seremos intimidados! ¡No renunciaremos a nuestras libertades!”.
Sí… y no. De seguro, ni el más enloquecido fanático religioso podría imaginar que esta masacre de humoristas convertiría a Francia al Islam. Lo más probable es que el resultado sea todo lo opuesto: un reforzar el creciente sentimiento antimusulmán. Si esto es una provocación, ¿qué se propuso provocar? ¿Y qué provocará? El peligro obvio es que, al igual que [los ataques de] el 11 de septiembre, puede fortalecer la vigilancia policíaca y efectivamente debilitar las libertades francesas, no de la manera que presuntamente buscan los asesinos (limitando la libertad de criticar al Islam), sino de la manera como las libertades han quedado restringidas en los Estados Unidos post-9 de septiembre, mediante algún tipo de imitación de la Ley Patriótica.
En lo personal, a mí nunca me gustaron las provocadoras portadas de Charlie Hebdo, donde caricaturas insultando al profeta —o, para el caso, a Jesús— tendían a exhibirse. Es una cuestión de gusto. Yo no considero que los dibujos escatológicos y obscenos sean argumentos eficaces, ya sea contra la religión o contra la autoridad en general. No son mi plato favorito.
Pero las personas que fueron asesinadas iban más allá de Charlie Hebdo. Los dibujos de Cabu y Wolinski aparecían en muchas publicaciones y eran conocidos por un público que nunca compró Charlie Hebdo. Los dibujantes y escritores que se hallaban en esa junta editorial poseían todos sus talentos y cualidades que nada tenían que ver con los cartones “blasfemos”. La libertad de prensa es también libertad para ser vulgar y estúpido de vez en cuando.
En realidad, Charlie Hebdo no era un modelo de libertad de expresión. Ha terminado, como gran parte de la “izquierda por los derechos humanos”, defendiendo las guerras dirigidas por EEUU contra los “dictadores”.
En 2002, Philippe Val, quien en esos tiempos era jefe de redacción, denunció a Noam Chomsky por su postura antiestadounidense y su excesiva crítica a Israel y a los medios de comunicación masiva. En 2008, Siné, otro famoso caricaturista de Charlie Hebdo, escribió una breve nota citando algo que había aparecido en las noticias respecto al hijo del presidente Sarkozy, que se iba a convertir al judaísmo para casarse con la heredera de una próspera cadena abastecedora de productos. Siné añadió el comentario de que “Llegará lejos este chavo”. Por ello, Siné fue despedido por Philippe Val, arguyendo “antisemitismo”. Siné rápidamente fundó un periódico rival que les robó una buena cantidad de lectores a Charlie Hebdo, quienes estaban asqueados por su doble moral.
En suma, Charlie Hebdo era un ejemplo extremo de lo que está equivocado en la línea “políticamente correcta” de la actual izquierda francesa. La ironía es que el ataque homicida por los asesinos aparentemente islamistas ha santificado repentinamente bajo la eterna bandera de la Prensa Libre y la Libertad de Expresión esa desvanecida rebeldía adolescente extendida que estaba perdiendo su atractivo popular. Independientemente de cuál haya sido la intención de los asesinos, eso es lo que han conseguido. Además de llevarse vidas inocentes, de seguro han profundizado la sensación de que hay un caos brutal en este mundo; han agravado la desconfianza entre los grupos étnicos de Francia y Europa, y no hay duda de que han logrado igualmente otros resultados malignos. En esta era de la sospecha, las teorías conspiratorias seguramente proliferan. ¨

En Le Monde, "Todos somos Charlie"




1 comentario:

  1. Muy oportuno, documentado y valiente este texto de la autora. Gracias por la traduccion. A mi tambien me asalto el letrero: "Todos somos Charlie Hebdo"! Neta?

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