viernes, 5 de agosto de 2011

¿No tenía razón ella?*

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*Texto publicado en la sección cultural del periódico El Financiero este lunes 1 de agosto de 2011, con motivo del aniversario de la sección, respondiendo a la pregunta: "¿Cuál ha sido tu concierto favorito?".
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Así como conservo para algún actor o actriz del futuro los programas y apuntes sobre todas las obras teatralesque he visto en Nueva York (incluyendo joyas como El gran inquisidor de Dostoyevski dirigida por Peter Brook), he coleccionado también retazos de los conciertos a los que he asistido.
            No tuve hijos. Mi familia me trató como a la peste cuando me hice escritora. (aunque ahora increíblemente pongan a sus vástagos a estudiar teatro igual que “la tía”): espero pues que mis recuerdos se queden en el pizarrón de trabajo de algún joven artista mexicano al que le puedan servir. Tan sólo este año me he descolgado como groupie desde el último piso del Metropolitan Opera House hasta la orquesta para aplaudirles enardecidamente al portentoso Lawrence Brownlee y a Renée Fleming como la Armida de Rossini, bajo la dirección de Riccardo Frizza. Me he deleitado en el sueño con el Orfeo de David Daniels, en la última función de la temporada, para la cual encontré lugar aunque fuera sábado, pues el día anterior la gente creyó haberlo visto y oído todo con La valquiria de Wagner en la voz de Deborah Voight (pero faltaba esta dulce conclusión).
            Así tenga que comer un día sólo bolillo, yo no me pierdo la oferta musical de esta ciudad. Es mi único verdadero alimento. No necesito otro. Hace poco también fui a oír a Gal Costa en Carnegie Hall, acompañada únicamente por el sobrenatural guitarrista Luiz Meira. En el corazón de mi existencia palpitan estas riquezas sonoras: imposible sería clasificarlas por orden de calidad.
            Hay, sin embargo, el recuerdo de un concierto que regresa a mi mente como la marea, acaso porque, si bien no es “el mejor” (pero sí uno de los “inmejorables”) marca y explica la historia de las mujeres de mi generación con su voz furiosa.  Es el concierto que dio Sinead O’Connor el 23 de octubre de 2007 en el teatro Beacon: su refugio después de haber sido expulsada del Madison Square Garden.
            Ahora que canonizarán al de la foto que rompió, cabe preguntarse: ¿no tenía razón ella? A punta de abucheos le prohibieron volver a cantar en las catedrales del rock; la caricaturizaron igual o peor que Enrique Krauze a Samuel Ruiz,la satanizaron más que a Julien Assange, todo por haber protestado contra los actos de los curas pederastas. "Luchemos contra el verdadero enemigo", dijo al romper la foto del Papa, y el mundo creyó que la enemiga era ella, no Marcial Maciel. ¿Por qué descubrimos la verdad sólo cuando logramos la destrucción de quien nos la advirtió?

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