sábado, 5 de marzo de 2011

No, yo no creo que haya que acudir a talleres literarios

Bueno, claro que no. Yo no creo que para escribir haya obligatoriamente que acudir a talleres literarios, ni de la Sogem ni de ninguna otra parte. De hecho, mi primera novela (Crimen sin faltas de ortografía) era una burla a los  talleres literarios, no sólo a la disfuncionalidad de la generación del '68. Considero que son útiles para quienes buscan poder y amistades y, ¿por qué no decirlo?, sexo. Es hermosa la actividad sexual y claro que está relacionada con la literatura, pero no directamente.  El primer taller al que fui era de un cuentista. Me acuerdo que mi compañera de banca era Fabienne Bradu, quien sin duda después se convirtió en una crítica literaria muy poderosa y de cuyo criterio dependimos muchos escritores a quienes encomió o ignoró, ¿pero aprendió también ella a escribir novelas y cuentos? No, eso no se aprende ahí. Y que no me digan que el poder que tienen no lo cambian por nada, que es afrodisíaco, que no les importa, que si volvieran a nacer trocarían el ser novelistas por el poder de destruir a un novelista.

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